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MUCHO VINO, ALGO DE AGUA Y POCA CARNE PARA EL ENEMIGO

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Nunca imaginé que convertirse en suministrador de la Royal Navy desde Tenerife pudiera convertirse en una fuente de problemas pero parece que así fue.
En aquellos días debía ser algo paradójico ver cómo la marina de guerra inglesa, históricamente más combativa frente a la armada española, finalmente se abasteciera en nuestras islas como si tal cosa. Sucedió en la década de 1780-90, cuando las visitas se convirtieron en costumbre en virtud de los contratos firmados por varias compañías tinerfeñas de exportación de vinos y la Victualling Office (oficina de compras de la Marina Británica).
Eso sucedía en un periodo de entreguerras cuando la Royal Navy expandía la influencia británica a la India, Oceanía y gran parte del Océano Pacifico. Muchos de los navíos, o bien iban a guerrear contra Francia o bien se desplazaban para asegurar sus asentamientos en los confines del mundo. En ocasiones, en esos navíos viajaban naturalistas, científicos y exploradores que con el tiempo serían muy reconocidos. Mientras, los ejércitos británicos se batían el cobre contra los revolucionarios franceses en los campos de batalla de media Europa.
En el lado español andábamos algo moscas ante el enfrentamiento porque ya sabíamos que el Pacto de Familia borbónico nos obligaba a vincularnos del lado francés y eso implicaba de facto tener nuevamente de enemigos a los ingleses. Por tanto, vista la inmediatez del enfrentamiento, cada vez que asomaba una flotilla británica en el horizonte el miedo se apoderaba de las islas, normalmente bastante alejadas del manto protector de la Corona española.
Desconozco si la Corona sabría que los comerciantes de la isla de Tenerife habían contratado el suministro de vinos con el tradicional enemigo de la patria porque en tal caso habrían tomado ciertas cautelas. Lo cierto es que esto no era del agrado de los mandos militares canarios porque era una excusa para que los británicos se acercasen a las islas y sabiendo ellos cual iba a ser finalmente el desenlace. Pero los problemas comenzaron mucho antes.
Sucedió en abril de 1795, cuando semanalmente llegaban flotillas británicas de tres o cuatro navíos demandando vino, agua y también carne fresca (fresh beef). Fue con este último producto donde surgió el problema pues por aquel entonces las islas sufrían un cierto bloqueo y sus mercados andaban algo desabastecidos.
El 14 de abril de 1795 el almirante inglés George Keith Elphinstone escribía desde el HMS Monarch fondeado en el puerto de Santa Cruz de Tenerife.
“Apreciaría enormemente si usted tuviera la amabilidad de informarme de cuanta cantidad de vino tienen almacenado o del que me pudieran suministrar inmediatamente para uso de los buques de Su Majestad que componen mi escuadra, ya que debemos limitar nuestra estancia aquí y le estaremos muy agradecidos en el futuro si ustedes me informaran de que otros productos podemos conseguir en esta plaza tales como carne de res, fruta, etc.
Almirante GK Elphinstone”
Al inglés se le suministró lo acordado pero, a partir de este año y durante el siguiente, las entregas de ganado fueron vaciando los establos de la isla. Tal era la situación de desabastecimiento de los mercados que el Comandante General de la Islas Canarias Antonio Gutierrez debió intervenir para detener la sangria. En una carta a los comerciantes les dijo.
“En vista de la de Vuestras Mercedes del ‪‪31 de marzo‬‬ en que se quejan de la dificultad que ha encontrado don Patricio Murphy de parte de la Justicia y Diputados de esta Plaza, para proveer de carne al buque de guerra inglés que se halla surto en esta bahía, me he informado del procedimiento de los dichos Diputados y no halló motivo ni razón para vuestra queja pues estos en todas las ocasiones han accedido al referido buque inglés con la porción de carne según las circunstancias de actual escasez les ha sido posible. Suministrándole una vaca del corto número que hay para el abasto de esta semana...de este modo se concilia el bien que Vuestras Mercedes suponen resultar a la Islas en el aumento de la cría de ganado y el abasto precisó e indispensable al vecindario...”
La negociación se resolvió favorablemente para los comerciantes que llevaron las reses a los navíos con grandes dificultades pero debieron avisar urgentemente a sus agentes en Londres que no firmarán más contratos de suministro de carne porque no se podrían cumplir y los almirantes se irritaban enormemente al no poder disponer de ella.
Entre esta carta de abril de 1796 a la aparición de la escuadra de Lord Nelson en julio de 1797 mediaron pocos meses en los que no llegaron muchos más navíos de guerra por haberse declarado la guerra en octubre. Sin embargo, muchos otros navíos de bandera neutral si que llegaron para cargar vinos para las tropas y marinos británicos de ultramar como los apostadas en Barbados y Jamaica. También siguieron los envíos a las bases navales de Plymouth y Portsmouth en Inglaterra y esto último lo sabía hasta el último de los morrales de la isla porque la guerra será la guerra pero los negocios jamás debían parar, ni siquiera si éstos eran con el enemigo.


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