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SINOPSIS
En 1778 la guerra de la independencia norteamericana estaba en un momento crucial. Las tropas del general Washington necesitaban urgentemente la ayuda europea, principalmente de Francia y de España. Sin ella, el curso de la guerra contra Inglaterra se presumía incierto. Mientras, en las Islas Canarias, comerciantes irlandeses afincados allí desde 1730 veían como peligraba su comercio con Inglaterra y con Norteamérica.
En las Islas Canarias operaba la empresa Juan Cólogan e hijos gestionada por los hermanos Cólogan Valois. La dirección de ésta estaba en manos del hermano mayor Tomás mientras que su hermano menor Juan, vivía a caballo entre Londres y París operando con la empresa Cologan, Pollard & Cooper. El negocio del vino centraba sus exportaciones y en las trece colonias hallaron salida a las producciones de vinos conocidas en España como vidueños o falsos madeiras. Los antiguamente célebres vinos de malvasía, tan apreciados siglos antes, daban paso a esta nueva producción muy bien recibida en las trece colonias. A principios de 1770, la compañía canaria ya mantenía contactos con el agente español establecido en la Habana Juan de Miralles y con Robert Morris, el financiero de la guerra de la independencia, con quienes establecieron fuertes lazos comerciales. Pero la situación de guerra en el Océano Atlántico amenazaba con echar a perder el lucrativo negocio de exportación de vinos.
El segundo congreso de las trece colonias envía, a finales de 1777, a Benjamin Franklin a París como ministro plenipotenciario de las colonias. Lo hace con el objetivo de obtener la ayuda de las potencias europeas. Curiosamente la travesía la hace en un barco corsario capitaneado por Lambert Wickes y acompañado de sus dos nietos. Al llegar a París le reciben dos comisionados más jóvenes, Silas Deane y Arthur Lee. Desde allí Franklin desarrolla una ingente labor diplomática y otras actividades menos conocidas que son el argumento del libro.
A mediados de 1778 decenas de corsarios norteamericanos merodeaban por las costas europeas. Todos ellos recibían patentes de corso entregadas por el propio Benjamin Franklin, quien desde París los reclutaba con la ayuda de agentes como William Hodges que seleccionaba a los capitanes mas avezados. Los corsarios tenían orden de atacar al mayor número de barcos mercantes británicos. El objetivo era hacer el mayor daño posible al comercio marítimo de ese país. Tras apresar a los mercantes estos los enviaban a los puertos franceses para vender sus mercancías. Muchos de esos corsarios eran capitanes de mercantes con base en Boston y Filadelfia, que reconvertidos en capitanes corsarios atacaban buques comerciales británicos e incluso buques extranjeros que partían o arribaban desde los puertos de ese país.
Mientras Francia no decidía su apoyo, los diplomáticos ingleses destacados en París denunciaban el apoyo que la corte francesa prestaba a las colonias. El más destacado era el embajador británico Lord Stormont quien veía el doble juego de los franceses. El ministro de asuntos exteriores francés Charles Gravier, Conde de Vergennes lo negaba.
¿Qué tiene esto que ver con la compañía canaria Juan Cólogan e Hijos?, pues mucho. El 31 de mayo de 1778, en las costas de Portugal el corsario Gustavus Conyngham al mando del cutter La Revenge, abordó al bergantín sueco Henrica Sophia. El buque había sido fletado en Londres por Juan Cólogan Valois, el tercero de los hermanos, para ser enviado al Puerto de la Cruz en Tenerife, Islas Canarias, donde debía recibirlo su hermano Tomás. El navío solo portaba en sus bodegas fardos de ropa blanca que debían ser confeccionadas en las islas.
Tras ser abordado, el buque sueco, fue dotado de una tripulación y enviado a Norteamérica para ser cobrado como presa. Mientras, el corsario puso rumbo a Tenerife. En la capital de la isla le atendió el agente americano Enrique Casalón La Borde quien debía dar apoyo logístico al corsario. Estando La Revenge al ancla en el puerto de Santa Cruz, un marinero sueco preso en la bodega consiguió saltar por la borda y denunciar la captura del Henrica Sophía. Entonces La Revenge partió hacía la isla de La Palma para volver a atacar a un segundo barco británico, el Countess of Moreton, esta vez si de nacionalidad británica. Tal era la osadía de este capitán que entró en el puerto de Santa Cruz de la Palma donde tomó contacto con un segundo agente comercial y capitán francés de nombre Graciano Sieulanne al que se le dispuso para llevar a esta nueva presa a la isla de la Martinica.
En el momento en que Tomás Cólogan Valois conoce la noticia informa al comandante general de las Islas Canarias, el marqués de Tavalosos, quien ordena la inmovilización inmediata de ambos buques. El corsario Gustavus Conyngham es alertado y consigue partir de inmediato dejando a su presa queda atrapada en puerto. Es en ese momento cuando el capitán francés escribe a Benjamin Franklin para solicitarle que le auxilie para liberarse de aquel molesto comerciante irlandés.
La situación para Benjamin Franklin se torna complicada pues su gobierno estaba en plenas negociaciones con la corte Española y esta estaba bastante remisa a acceder a las pretensiones americanas. Además, ¿cómo podía España hacer pública su ayuda a las trece colonias sin que los territorios españoles de las Indias tomaran el mismo camino de la independencia? El gobierno español expresa su queja a Franklin por esta acción y canaliza sus misivas por medio del banquero francés Ferdinand Grand, quien secretamente hacía de intermediario con el gobierno español. Al mismo tiempo el embajador sueco en París, Gustav Philip, conde de Creutz, muestra sus quejas pues se ha atentado sobre un barco neutral de bandera sueca. La situación acaba generando también las quejas del gobierno francés, pues el cónsul francés en Tenerife exige la mediación de Franklin para liberar el nuevo barco capturado. Según su argumento se basaba en que el barco Countess of Moreton, tras el abordaje fue vendido y ahora estaba en manos francesas.
La reacción de Franklin será amonestar y desentenderse del corsario. Es, por este episodio, por lo que el doctor Franklin retiraría su apoyo al fogoso corsario. A partir de ese instante la corte española impide que los corsarios americanos entren en nuestros puertos para cobrar sus presas y especialmente vetan al corsario Conyngham. El conflicto diplomático entre España, Francia, Suecia y las trece colonias se complica sobremanera pues estaba en juego el apoyo de la corona Española a la independencia americana. En medio de esta situación aparece el comerciante vasco Diego María Gardoqui y Arriquibar, principal ejecutor de la ayuda española a las trece colonias y Matías Gálvez y Gallardo, virrey de México y gran amigo de Tomás Cólogan, pues vivió muchos años en Tenerife. También se incorpora al relato su hijo Bernardo Gálvez, el gran militar. El hilo principal del relato se entremezcla con el pleito que mantenía Tomás con otra casa comercial canaria, la familia Blanco [White] a propósito de una herencia por la cual se recurre al mismo Benjamin Franklin para recabar sus influencias en la corte de España.
Para no adelantar la resolución de la historia solo afirmar que esta termina con Juan Cólogan Valois y su mujer Anne Coghlan, también de origen irlandés, cenando varias veces en casa de Benjamin Franklin en Passy, París. En esas cenas degustaron los espléndidos vinos de las Islas Canarias como atestiguan las cartas mostradas. Su amistad con el venerable dignatario duró varios años hasta que este abandono París en 1783, tras la firma del tratado de paz.. Curiosamente muchos de los comerciantes canarios que habían resultado dañados con la pérdida del buque sueco [Cólogan, Gough, Russel, etc.] eran originarios de Irlanda. Pero lo anecdótico del asunto es que Gustavus Conyngham, el intrépido capitán corsario al servicio de las trece colonias también era originario de Donnegal, Irlanda. Pero el final de la historia es trepidante e inesperado como solo una historia de corsarios puede ofrecer.
Carlos Cólogan Soriano