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EL CONDE DE GÁLVEZ, ÚLTIMA ESCALA EN TENERIFE (Carlos Cólogan)

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Al amanecer del viernes 12 de noviembre de 1784 Bernardo despertó en la casa de su amigo homónimo Bernardo Cólogan en el Puerto de La Orotava. Allí desayunó con Felicitas y sus hijos Miguel y Matilda y se despidió de ellos ya embozado con su espléndido uniforme de Teniente General con el que iría al acto. Al salir al portalón le esperaba un numeroso grupo de vecinos que le vitoreaban pues en el pueblo jamás habían recibido a una persona tan famosa.

También estaba el destacamento de infantería con los caballos perfectamente dispuestos. El comandante Branciforte había dispuesto una escolta compuesta por un teniente y seis jinetes como acompañamiento para el viaje hasta La Laguna y no es que los caminos fueran inseguros pero lo se merecía menos el conde de Gálvez.

Durante la cabalgada, que les llevó cerca de tres horas el conde y Bernardo recordaron durante las peripecias de su niñez cuando vivía entre la Gorvorana y la Real Casa de la Aduana. Recordaron a sus padres Matías y Juan y Bernardo le contó las batallas que su padre libró en Guatemala de las que reconoció haber aprendido sus muchas virtudes como era el correcto uso de la artillería, también le habló de Miralles, amigo de sus padres, George Washington y de cómo realizó el ataque a Pensacola. Fue una travesía memorable y a medio camino, en la posta del Sauzal, cambiaron las monturas para alcanzar definitivamente la ciudad de La Laguna a las 12 de la mañana. El día refrescaba y tras un pequeño aseo en la casa de Bernardo situada frente a la Concepción y justo cuando salían de ella les esperaba don Manuel Pimienta de Oropesa, el mejor amigo de Matías de Gálvez, a quien llamaba su compadre.
A don Manuel se le empaparon los ojos cuando le vio y ambos se fundieron en un emocionado abrazo.
- Desde luego, eres un digno hijo de tu padre.
- Gracias don Manuel, mi padre siempre le tuvo en muchísima estima y lo sabe.
- Gracias señor conde.
- No Manuel, para ti soy solo Bernardo.
Los tres bajaron la calle de San Agustín para llegar a la sede de la Real Sociedad, donde les esperaba un gentío, tras los saludos en el exterior del edificio, Bernardo, entró y pronunció estas palabras.
“….Sr. Director y Diputados de la Real Sociedad de Amigos del País de Tenerife
Muy Sres. míos: entre las muchas satisfacciones que he recibido en esta Ysla con motivo de haber arrivado a ellas voluntariamente y sin otro objeto que el de ver un País donde pasé mis primeros años, ninguna me ha sido más grata que la visita que ayer merecí de Vuestras Señorías en esa ciudad casi al mismo tiempo que iba a montar para este Puerto.
Siempre he estado en la firme inteligencia de que estos Naturales me corresponden al amor que Yo les profeso, y sé que he querido darles más pruebas nada equivocas a quantos me han solicitado en mis diferentes destinos. Pero el distinguido Cuerpo de la Real Sociedad de Amigos del País, acaba con la mayor complacencia mía de confirmarme en aquel concepto haciéndome el honor de numerarme entre sus Ylustres individuos, y en la clase de socio honorario; como Vuestras Señorías sirvieron participarme en virtud de su comunicación entregándome con mi apreciable título y un exemplar de los estatutos, una medalla con que la sociedad Acostumbra premiara a los Amigos que saben distinguirse en obsequio y beneficio de la Patria.
Seguramente que la Real Sociedad no se equivoca en tenerme por Amigo. Lo soy verdaderamente del País y deseo contribuir a su completa felicidad. Este es el mérito, si puedo llamarlo así que únicamente pudiera asistirme para el honor que me ha dispensado la Real Sociedad. Sin embargo, una vez que ya como miembro suyo, debo trabajar conforme a los objetos de su instituto, lo que no puedo poner en práctica con mi Persona y asistencia [esta] solamente que en los remotos destinos a que el Rey me manda, cuente la Real Sociedad con mis facultades, y con mis influxos, que sin duda los aplicaré en quanto me sea posible.
Estos verdaderos sentimientos míos, con el reconocimiento de que me vi poseído desde el instante que Vuestras Señorías discretamente me hicieron saber el acuerdo que tuvo la Sociedad, de su propio motivo, no sé si acerté a manifestarlo a Vuestras Señorías en la misma ocasión. Válgame de esta para suplicar a Vuestras Mercedes segunda vez de mi parte se sirvan hazer presente a ese Cuerpo Patriótico toda la complacencia que he tenido de verme numerado entre los Amigos de Tenerife y la satisfacción con que parto de esta Ysla con este nuevo honor asegurándole que en qualesquiera distancia será mui eficaz mi de ser de ser un miembro útil de la Sociedad”
El Conde de Gálvez

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