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TENERIFE Y LA ROYAL EXCHANGE COMPANY

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Si hubieras vivido en Tenerife en el siglo XVIII estarías familiarizado con la visión de cientos de bergantines que se anclaban repartidos entre los puertos de Santa Cruz y del Puerto de La Cruz y casi todos prestos para cargar centenares de pipas de vino con destino a Europa y América.

Hasta ahí nada fuera de lo ya conocido sino formas parte del negocio. Pero lo cierto es que cada barco venia previamente asegurado en Londres y era así por varios motivos.
El primero porque allí tenían empresas aseguradoras muy solventes y expertas en comercio marítimo global. El segundo porque la legislación marítima inglesa estaba muy desarrollada y por tanto los tribunales ingleses tenían fórmulas para resolver todo tipo de situaciones y además solían ser muy competentes. Y la tercera razón, y tal vez la más importante, era que muchos de esos embarques habían sido contratados en la city por brókers ingleses. Por tanto no había duda alguna.




La compañía que se llevaba la palma era la Royal Exchange Company con sede en la City. La empresa tuvo a principios de siglo concretamente en 1720 de director a un Irlandés afincado en Tenerife llamado George Fitzgerald Wyse. Este vivió en el Puerto de La Cruz desde 1710-1720 y gracias a él Tenerife se estableció una estrecha relación con la compañía durante las primeras décadas y luego se mantuvo a lo largo de todo el siglo dieciocho.
Para que te hagas una idea de lo que costaba asegurar un barco mira este ejemplo. El bergantín Diana partía desde Tenerife el 6 de febrero de 1792 rumbo a la base naval de Portsmouth cargado con 144 Pipas (1 pipa=490 litros) de vino y 26 medias pipas. Total, 76.930 litros valorados en 2.080£. Un dineral.
La prima del seguro fue del 18,9% más el coste del papel y el 0,5% del valor que totalizaban 403,54£. El precio era sin duda alto pues se navegaba en tiempos de guerra y el vino se enviaba a la principal base naval británica.
Era importante que en caso de pérdida la negociación se celebrara en un tribunal londinense pues eran rápidos y conocían la mecánica. Además de eso, los comerciantes tinerfeños nos sabíamos mover perfectamente en ese ambiente.

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