¡A ver, no se escandalicen que esto tiene una explicación!
Esto me surgió ayer cuando leía una carta de escrita en el Realejo, Tenerife por Matías de Gálvez y Gallardo [luego virrey de Nueva España] en el que este solicitaba a un comerciante que le suministrara “un pañuelo de narices de tabaco”. Y claro, ¿un pañuelo para las narices de tabaco?, vale para las narices lo entiendo, pero ¿específico para el tabaco?
El origen de esto está en que el tabaco, era un producto importado de los aborígenes americanos que lo consumían mascado y esnifado de forma que la nicotina era absorbida de forma instantánea. Los españoles tardamos poco en importarlos y se puso tan de moda que hubo que imponer enormes impuestos a su consumo.
Nosotros, además de masticarlo, luego hicimos cigarros, puros y un sinfín de derivados, pero el consumo esnifado también perduró. Ese tabaco por vía nasal era el denominado rapé, un polvo superfino que se esnifaba y que te dejaba las fosas nasales con un escozor que provocaba estornudos además de afearte las narices con un color algo marrón para lo cual el querido Matías usaba pañuelos.
El origen de esta expresión tan habitual se remonta a los siglos XVIII y XIX pues tras esnifar el tabaco “los caballeros” solían emitir sonoros estornudos, los cuales eran molestos para aquellas personas que no esnifaban. Por ello, era común que aquellos se retirasen a otra habitación para no molestar al resto de invitados de la fiesta.