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VINO 1800 vs PLÁTANO 2000

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Nunca elijo un titular al azar, jamás. Siempre he buscado que este llame la atención lo suficiente para captar al lector más despistado. Primero porque intuyo que la historia no suele ser para todos y con la agricultura pasa otro tanto.

Doscientos años han pasado entre dos épocas aparentemente distintas, pero eso nunca suele pasar porque nada cambia tanto ni tan rápidamente, salvo la tecnología que lo adorna.
Hace una semanas asistí a un evento donde se homenajeaba a la persona que en las últimas décadas se obcecó en que el sector platanero subsistiera ante las acometidas de los productores de plataneros americanos.
Su nombre es Leopoldo Cologan y mientras se desgranaban sus méritos advertí que sus relatos se asemejaban a hechos y situaciones muy similares en los siglos pasados.
Mientras oía a los intervinientes describir el calamitoso estado del plátano en los años 70 y 80 del siglo pasado, cuando la producción de plátanos de las islas caía en picado, algunos tomaron la iniciativa de acudir a Bruselas para defender al sector primario canario.
Por entonces, la solución ya se sabía que no estaba en las fincas, tampoco en los empaquetados y muchos menos en manos de los políticos canarios ni peninsulares. Estaba en sin duda en el extranjero.
Ni cortos ni perezosos Leopoldo, que en esos años era joven y capaz, decidió liderar esa iniciativa y trató, con éxito de aglutinar a los productores, por entonces miles, para que pudieran hacer un frente común.
El plátano no representaba entonces, ni ahora, a miles de hectáreas como si lo es el viñedo o los aceites en España. Sin embargo para la economía y la agricultura canaria era muchísimo más pues abarcaba el agua, la agricultura y el paisaje de nuestras islas, es decir nuestra identidad.
Miles de familias viven de el y sin ese sustento difícilmente podrían subsistir así que había que hacer algo y rápido.
Con tesón y con el apoyo de todo el sector, el plátano se personificó en Bruselas como un lobby bien organizado. Destacaba por su unidad, por su capacidad de vertebración pero sobre todo por su insistencia en reclamar “sus derechos”.
En un par de décadas, con miles de reuniones y muchos sin sabores se presionó para tener una Organización Común de Mercados (OCM), la creación de aranceles a los productores centro americanos, una ficha financiera (un sobre anual) además de ayudas al transporte y otras medidas que nos permitieran sobrevivir, que ya es bastante, en un mundo globalizado.
Curiosamente, dos siglos atrás el sector del vino canario hacia cosas similares y es lo que quiero traer a colación porque creo que es útil para tomar perspectiva y anticipar el futuro.
A finales del siglo 18, no había plátanos ni tomates para la exportación, tan sólo vino y mucho. En aquellos años Bruselas no era el centro del comercio de Europa ni de las decisiones y su lugar lo ocupaba Londres.

Hacia allí iba el grueso de nuestros vinos y desde allí se re dirigían hacia Hamburgo, Norteamérica y el Caribe. En esa ciudad estaba la gran banca, el mundo financiero, los seguros y todo lo que era importante para la exportación de nuestros vinos.
Los productores canarios no iban a Londres a vender, sino que iban los exportadores, que no eran más que un puñado de canarios. En la city londinense se ofertaban vinos de distintos puertos de Europa como Tenerife, Madeira, Fayal, Oporto, Cádiz o Burdeos que tenían en común que ser zonas portuarias (lo mismo que con el plátano).
Esas ciudades sólo vivían de la exportación porque en esos siglos el vino se movía por el atlántico, que eran las grandes autopistas comerciales de su tiempo y si querías llevar los vinos a Calcula o San Petersburgo no había más posibilidad que cerrar los acuerdos en Londres. Es decir, lo que antes se hacía en Londres ahora se hace en Bruselas.
Pero añado más, el mismo problema de la distancia lo tenían los productores de Madeira y de las Azores y los comerciantes de estas regiones ultra periféricas se coaligaban para resolver sus problemas del mismo modo que lo hace la APEB (Asociación de Productores Europeos del Banano).
Si bien ahora se hace de una forma reglada y oficial, antes se hacía de facto entre los propios exportadores. Por poner un ejemplo, si en Filadelfia el vino de Madeira escaseaba se enviaban vinos de Tenerife a aquella isla y se les hacía pasar por Portugueses. Si el precio en Londres caía eso lo comunicaban los portugueses a Tenerife para no introducir más vino porque en definitiva el vino era un producto a granel como es el plátano. Con los impuestos pasaba lo mismo, si se le subían a unos, se hacían pasar por los de otros.
Desde luego no quedaba otra cuando estabas tan lejos de los consumidores y tú producción era y es ahora tan limitada. Por otra parte, al igual que ahora el plátano es esencial en la dieta antes también lo era el vino y esto no era sólo por su escasez sino porque el vino en el siglo 18 era un producto de absoluta primera necesidad.
Después de esta exposición sólo resta concluir lo siguiente. Que en el libre mercado no sólo es necesario competir en calidad y en precio sino que es prioritario hacerse valer en los mercados y para ello es obligado salir de nuestra tierra para presionar donde haga falta con inteligencia y mañas y a veces malas.
La virtud de nuestros antiguos exportadores estaba en el conocimiento de todos los mercados europeos y me pregunto si esa cualidad persiste en el sector del plátano actual. Tendrán que venir nuevas generaciones de canarios valientes que defiendan fuera nuestros intereses como ya lo hemos hecho antes y entiendo que para eso está nuestra historia, para aprender de ella.
Carlos Cólogan


Nota: La organización común de mercados (OCM) del plátano permite abastecer satisfactoriamente el mercado comunitario de plátanos de calidad a precios equitativos para los productores y los consumidores y garantizar un equilibrio entre las diferentes fuentes de abastecimiento de plátanos del mercado.

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