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Julio de 1900. Sucesos de China. El ataque a los fuertes de Taku en el rio Pei-Hó

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La Ilustración Española y Americana fue una de las publicaciones periódicas más relevantes desde mediados del siglo XIX hasta principios del XX (desapareció en 1921). De sus páginas se pueden extraer las mejores ilustraciones realizadas mediante grabados o fotografías que perfectamente harían sombra a las mejores imágenes digitales actuales.

Este artículo que extraigo es del número XXV del 8 de julio de 1900. En dos páginas relata lo que acontecía en china durante el trágico mes de julio. En Madrid ya eran conocedores del levantamiento bóxer y del asesinato del embajador alemán Ketteler. Pero lo que no sabían era que ese día, el 20 de junio se iniciaba el primero de los 55 días de un asedio brutal. Así pues este artículo se publicó  durante aquellos días y por eso es relevante.

Tal vez el artículo tenga algunas imprecisiones pero, refleja muy bien el desconcierto general de la prensa europea. También el poco conocimiento de lo que los occidentales hacían en China y de lo injusto de su comercio. También muestra, y eso es muy evidente, la parcialidad de las crónica europeas en cuanto a la interpretación del porqué de aquel ataque.

Sin embargo, al fin y al cabo, este relato es parte de la historia y simplemente hay que saber interpretarlo para no tomarlo literalmente. El artículo se inicia con una semblanza de nuestro embajador y prosigue con las apreciaciones propias de la prensa europea. Tal vez esto mismo esté sucediendo con muchas crónicas actuales y no nos estemos dando cuenta de ello.


Decía así:

EXCMO. SR. D. BERNARDO JACINTO DE COLOGAN

El Sr. D. Bernardo Jacinto de Cólogan, representante de España en China, nació en Canarias en 1848. A los diez años de edad salió de su tierra natal y se trasladó a Vergara, donde cursó el bachillerato con gran brillantez, marchando luego a París y Londres, donde estudió y concluyó la carrera diplomática.

Al cumplir los diez y ocho años fue destinado a la legación española de Atenas. Desde la capital de Grecia se trasladó a China, después a Turquía, y concurrió a la apertura del istmo de Suez.

De Turquía fue trasladado a Venezuela, y ya de primer secretario a México. En Colombia a donde permaneció bastantes años, siendo recibido con grandes honores de a su llegada que ocurrió en la época en que se restablecieron las relaciones de buena amistad entre España y aquella república.

El Sr. Cólogan tornó a la legación en Pekín, donde ahora representa los intereses de España. El Sr. Cólogan es un diplomático muy distinguido, laborioso e inteligente. Ha escrito diversas y muy apreciables obras de Derecho Internacional.

Nuestro ministro en China no había sufrido daño alguno en su persona hasta el 25 del pasado mes de junio, según noticias recibidas por distinguidas personas de su familia residentes en Madrid, y de creer y de desear es que este ilustre diplomático haya encontrado seguro asilo en la Legación de Inglaterra, donde, según los  últimos telegramas, parece se han refugiado todos los extranjeros residentes en Pekín.

Otra vez, como a mediados del siglo que en esta año termina, se ve precisada Europa a intervenir con sus cañones en el Celeste Imperio, ya que sus representantes diplomáticos no sólo se encentran inutilizados para hacer valer sus derechos y los de sus países respectivos, sino que tienen que preocuparse de poner a cubierto su vida, aún cuando sin conseguirlo todos.

Otra vez, como en los años 1858, 1859 y 1860 los barcos de guerra de Europa hacen valer sus salvas en Takú, en la embocadura del río Peihó (cuyos fuertes reproducimos en la pág. 12), para tratar de demostrar a los Hijos del Cielo que no impunemente se vive la vida de la anarquía en un país donde tienen intereses que defender súbditos de otras muchas regiones del mundo, los cuales, confiados en sus arrestos de civilización, allá a donde se fueron a crear industria, comercio y medios de vida, en fin, que beneficiando a sus iniciadores benefician también a los naturales de la nación donde se establecieran.




La guerra a la que los impulsa el fanatismo y el odio de raza al europeo, en quien ven un enemigo que es preciso destruir, los aniquilará, destruirá su fuerza de cohesión que parecía incontrastable; las naciones que están en acecho de que tal suceda, invocando ahora el tema de la humanidad, desmembrarán probablemente el vasto imperio, y los hijos del Cielo pasarán a ser hijos de los dominios del Zar, de la Gran Bretaña y demás naciones que más agravios hayan sufrido y a que mayor suma de codicia impulse.

Los bóxers o boxeadores han logrado imponerse a la Emperatriz y a los elementos oficiales de China e imbuirles la exteriorización de su odio latente contra Europa. Los atropellos, los asesinatos y las depredaciones de los extranjeros comenzaron a esos fanáticos enemigos del europeo: ahora puede ya asegurarse que china entera sirve a la fatal causa sectaria.
La Emperatriz, o no se sintió con energías y poder bastante para contrarrestar el empuje brutal de los rebeldes, o desconociendo la fuerza enorme de las naciones que tiene enfrente y las insignificancia que para los elementos de guerra modernos ofrecen las grandes masas de hombres mal armados, desdeñó las terribles consecuencias del choque y va a la lucha, si es que no ha sido secuestrada por el príncipe Tuan, como ya se asegura. Los boxeadores han visto con creciente recelo y encono que las fuertes murallas no eran obstáculo para que otra civilización más fuerte y poderosa que la suya, y otra religión más humana, más noble y honrada, lograsen penetrar y hacerse lugar entre aquellos cientos de millones de seres, y quizás han vislumbrado la desaparición de su independencia.
Y maniobrando entre gente inculta, de natural receloso, sino perverso, vejada de continuo por virreyes y mandarines, han podido los boxeadores levantar a China en rencorosa abominación del extranjero y hacer que se produzcan las sangrientas matanzas y el saqueo y el incendio de muchas casas en Yunan-fu, Takú, Tien-tsin, Shanghai, Lutai, Pekín, Mukden y otras poblaciones.

Rusia, Inglaterra Francia, Alemania, y los Estados Unidos han enviado tropas en auxilio de sus respectivos súbditos, atropellados por la chusma y por la soldadesca China; pero ¿llegarán a tiempo de evitar la comisión de más asesinatos?

El total de las tropas aliadas se compone de unos 20.000 oficiales y soldados, número insignificante como se ha demostrado en la práctica.

El primer choque entre Europa y China se ha realizado en Takú, según decimos al comienzo de este trabajo.

La víspera del ataque a los fuertes de la plaza por la escuadra aliada, los comandantes de los buques europeos se reunieron a bordo del barco almirante ruso, y de acuerdos todos, intimaron a los jefes de los fuertes chinos a evacuarlos antes de las dos de la madrugada. Por toda contestación rompieron el fuego a la una. Los barcos europeos contestaron inmediatamente con gran vigor. El bombardeo a los fuertes duró siete horas, y fue seguido de un desembarco que dio por resultado la toma de aquellos.

El buque alemán Iltis tuvo 3 muertos y 7 heridos; dos barcos ingleses sufrieron averías y registraron algunas víctimas a bordo; a bordo de los de Rusia hubo 16 muertos y 45 heridos, la mayor parte a consecuencia de la voladura del polvorín de una de las naves, voladura ocasionada por un proyectil chino. En los barcos franceses sólo hubo un muerto y un herido.

Ya en posesión del arsenal de Takú, no sin ser hostilizados por los testarudos chinos, un cuerpo expedicionario compuesto por rusos, franceses, americanos e ingleses, mandado por el almirante Seymour, se encaminó hacia Pekín, sin poder hacer uso del ferrocarril que une Takú con Tien-Tsin y Pekín –porque tanto los bóxers como la tropas regulares se habían encargado de cortarle, ni por el río Pei-hó, por no disponer de embarcaciones, sino utilizando cuantos medios podían improvisar, haciendo solo algunos pequeños trayectos en ferrocarril. Momento hubo en que la columna internacional se vio cercada y sin esperanza de salvarse. Tomó a Tien-tsin en lucha encarnizada, y prosiguió su movimiento de avance; más como hallo la línea férrea cortada en Lang-fang y otros puntos; tuvo que retroceder a Tien-Tsin, ya en poder de los rebeldes otra vez; destruyó el arsenal próximo, y se posesionó nuevamente de  la plaza. Ahora la situación de esa columna es otra vez dificilísima y apurada.



Otro cuerpo expedicionario europeo, mandado por el almirante ruso Alexeieff, ha entrado en China por el norte.

Los chinos, por su parte, no se descuidan, y al movimiento de invasión provocado por las tropelías de los bóxers con los extranjeros, contestan llenando con torpedos las aguas de los puertos de China para impedir la entrada de buques, distribuyen proclamas por todo el país excitando a la guerra santa, queman templos cristianos y persiguen como a fieras a los misioneros.

Los virreyes se niegan a reconocer la autoridad del poder central en tanto que este no les incita a la guerra contra el extranjero. Y ahora que el príncipe Tuan es el amo, según parece, China se levanta contra Europa.

Los últimos informes aseguran que el general Kangsi y el príncipe Tuan habían logrado entrar en el palacio imperial de Pekín con sus tropas, apoderarse del gobierno, y que ordenaron a todos los virreyes que emprendieran una ruda campaña contra las tropas europeas. Nada de cierto se sabe de este particular.

La columna del almirante Seymour se encontraba ya en la capital del imperio pero cercada por tropas y rebeldes chinos, y sin poder impedir que estas hordas cometan todo linaje de atropellos, como los que las bandas de coolies perpetran en Chang-tun, Chefú y Tchi-li.

De temer es que, como los templos de Yen-chang-tu, Monkden y otros del interior, así como varias propiedades de extranjeros sean pastos de las llamas la hermosa catedral de Pekín y la casa de los misioneros, cuyas vistas damos en este número en la página 12. En la página 16 reproducimos la interesante escena ofrecida por los habitantes de Lieu-tchéu-fu, esperando la llegada de los europeos.

La situación, como se ve, no puede ser más crítica, y ya no es de esperar que los celestes vuelvan de su locura a afrontar una guerra con los más poderosos de Europa. Puesto que han dispuesto ejércitos numerosos con artillería en Lupai y en Paching-fu para proteger el camino de Pekín, y en otros puntos se aprestan tropas regulares para convertir, como en las orillas del gran canal, por ejemplo, donde están parapetándose.

Por su parte, las potencias han de vengar sus ofensas: Alemania no consentiría sin dejar sin castigo al cobarde asesinato de su representante en Pekín, y las demás el de sus respectivos agravios.

“Ojalá que en esta guerra que se prepara marchen junto los Europeos todos!, y no surja la chispa que pueda hacer saltar en temible explosión los encontrados interesas de unos y otros!

Carlos Cólogan Soriano
cologanmorales@gmail.com


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