ENTIERRO DE LORD NELSON EN LONDRES
¿Que hacen ahí las banderas española y francesa colgadas como si fueran unos andrajosos harapos?. ¿A quien honran esas miles de personas dentro de la catedral de San Pablo de Londres? Si, es él, ese a quien recordamos cada año y festejamos nuestra victoria cuando nos atacó hace ya muchos años. De su figura parece todo dicho, pero hay un aspecto emocional suyo que me genera cierta ternura y me explico.
En 1797 el archipiélago canario mereció, por circunstancias ajenas a él, el interés de la temible armada británica. Este mérito se le debe a Horacio Nelson quien dejó una profunda huella en la memoria de las Islas. Su ataque a Santa Cruz de Tenerife del 25 de julio de dicho año, dejó impresas sensaciones indelebles y contrapuestas. Por una parte el orgullo, el honor, y la satisfacción de haber derrotado a un arrogante marino que años más tarde se convertiría en la cabeza visible de la mayor potencia naval de Europa, Inglaterra. Por otra, el destino obsequió a las islas con un pasaje de la historia que rememoramos año tras año placenteramente. Después del ataque naval, el archipiélago ocupó un lugar en la cronología de las batallas más importantes ocurridas en el océano Atlántico, y su destino futuro ha dependido, indudablemente, del resultado de aquella escaramuza.
En 1797 el archipiélago canario mereció, por circunstancias ajenas a él, el interés de la temible armada británica. Este mérito se le debe a Horacio Nelson quien dejó una profunda huella en la memoria de las Islas. Su ataque a Santa Cruz de Tenerife del 25 de julio de dicho año, dejó impresas sensaciones indelebles y contrapuestas. Por una parte el orgullo, el honor, y la satisfacción de haber derrotado a un arrogante marino que años más tarde se convertiría en la cabeza visible de la mayor potencia naval de Europa, Inglaterra. Por otra, el destino obsequió a las islas con un pasaje de la historia que rememoramos año tras año placenteramente. Después del ataque naval, el archipiélago ocupó un lugar en la cronología de las batallas más importantes ocurridas en el océano Atlántico, y su destino futuro ha dependido, indudablemente, del resultado de aquella escaramuza.
El vicealmirante, escondía tras su imagen de marino implacable, una particular sensibilidad que mostraba únicamente en el momento de redactar su correspondencia. En sus cartas se nos muestra la verdadera personalidad del hombre. En el plano personal, fue bueno y generoso con su familia. Amante de su esposa, años más tarde, sin perder nunca la correcta relación que tenía con ella, se enamoró y fue correspondido por una bellísima joven que marcó definitivamente el resto de su existencia. En el militar, fue siempre extremadamente respetuoso con el contrincante y, particularmente, con los hombres bajo su mando.
Antes de que Nelson dirigiera su flota contra Santa Cruz de Tenerife era ya un marino de carrera impecable a las órdenes del almirante sir John Jervis. Su coraje le permitió sobreponerse a la pérdida de la visión de un ojo a causa de un disparo en Córcega, mientras luchaba contra los franceses. Esto no le amedrentó y en febrero de 1797, ascendió a contralmirante, y bajo el mando de Jervis, derrotó fulminantemente a la poderosa flota española que combatía, junto a sus aliados franceses, en el Cabo de San Vicente. La escuadra hispana estaba encabezada por el navío Santísima Trinidad, el único buque del mundo que disponía de cuatro puentes y ciento treinta y seis cañones. Por esa victoria, el almirante Jervis recibió del rey Jorge III el condado de Saint Vicent y Nelson, que disputaba su primer combate naval, obtuvo su ingreso en la orden del Baño, que le permitía usar el tratamiento de Sir. La historia que aquí rescatamos, no resultó grata al ilustre marino. La evocación del fracasado ataque a Santa Cruz de Tenerife le ocasionó el resto de sus días una gran amargura.
La narración de este combate tiene su inicio en abril de 1797, cuando Nelson, con la autorización de Jervis, envió a Santa Cruz las fragatas Terpsícore y Dido. La primera, al mando del capitán Richard Bowen, asaltó en plena noche al Príncipe Fernando anclado en el puerto de Santa Cruz de Tenerife. El buque era propiedad de la Real Compañía de Filipinas, empresa española que mantenía el comercio directo entre aquellas islas, colonia del imperio español y la metrópoli peninsular.
En un golpe audaz, un grupo de marinos, se trasladaron en botes a la fragata y se hicieron con su control. En completo silencio, la sacaron de su fondeadero, uniéndola a su flotilla y desapareciendo en alta mar. Animados por el éxito de la empresa, Jervis envió a Santa Cruz otras dos fragatas corsarias, Minerva y The Lively, para asaltar, con idéntica nocturnidad al barco La Mutine, cuya tripulación descansaba en tierra. La aparente facilidad con la que Jervis se hizo con sus presas animó a este a emprender una aventura mayor.
En mayo Nelson se encontraba con Jervis y recibió de éste el mando del Theseus, un hermoso navío de línea de 74 cañones con el cual acosó a las naves que se habían refugiado en la bahía de Cádiz. El 15 de julio, ambos tomaron la decisión de dirigirse nuevamente a Tenerife para cobrarse las presas más codiciadas, el galeón Príncipe de Asturias y la fragata San Fernando, en cuyas bodegas, se suponía, llevaban cuantiosos y ricos cargamentos de oro y monedas de las colonias españolas. La estrategia era presentar un requerimiento exigiendo la rendición de Santa Cruz y del resto de la isla, así como la entrega de todos los buques y las mercancías que se encontraran en el puerto y que no fuesen legalmente verdaderos productos de la isla de Tenerife.
Para Nelson significaba su momento de gloria, el instante de emprender la misión que le iba encumbrar aún más como marino de éxito. Contaba treinta y nueve años de edad y estaba en plena madurez profesional.
Nelson se hallaba felizmente casado con Frances Fanny Nisbet desde 1787, y a juzgar por sus cartas, estaban muy unidos. Ella era viuda de Josiah Nisbet, con quien había tenido un hijo en 1780 y a quien Nelson acogió como si fuera suyo. Es más, embarcó a Josiah en el Theseus en calidad de teniente cuando solo contaba con veintisiete años. Sólo unos días antes del ataque a la isla, Nelson le escribía a su mujer adelantándole los acontecimientos que se avecinaban.
A la atención de Lady Nelson, Bath
Theseus,
11 Julio 1797
Mi amadísima Fanny:
Boyle del Kangaroo está a la vista y se dirige directamente a Inglaterra y también han avistado el convoy desde Lisboa, por medio del cual yo espero recibir cartas tuyas.
Ahora no nos traemos nada entre manos. Nuestro bombardeo sobre Cádiz y la Flota Española forzó a ésta última a refugiarse en un rincón del puerto. ¡En qué lamentable estado deben estar! No saldrán más durante esta guerra, al menos mientras nosotros nos mantengamos frente al puerto. Nos han informado de que han detenido el convoy de La Habana, pero yo no lo creo, al contrario, pienso que deben estar arribando a Europa.
Espero que nuestros motines hayan terminado ya, pues el Almirante impuso severos castigos que, por otra parte, eran absolutamente necesarios.
Todos estamos bien y sigo decidido a abandonar esta flota el primero de Octubre. Con todo mi afecto, créeme, tu afectuosísimo marido.
Horatio Nelson
En la misiva menciona los motines en sus barcos motivados pues las tripulaciones británicas andaban algo desmoralizadas por tanto tiempo alejados lejos de casa y en condiciones de navegación extremas. Esto originó problemas de in subordinación y el hecho de que el estricto Nelson formara parte de la escuadra no arreglaba las cosas. Así pues, había que dar un golpe audaz para subir la moral.... ¡y la paga!.
La flota desplazada para el ataque estaba compuesta por nueve buques que sumaban casi 400 cañones. Una fuerza descomunal para atacar una pequeña ciudad como Santa Cruz de apenas 7.000 habitantes. La escuadra la lideraban cuatro navíos de línea, el Theseus, como buque insignia bajo el mando del capitán Miller, el Culloden del capitán Thomas Troubridge, el Zealous del capitán Samuel Hood, y el Leander, al mando del capitán Thompson. Completaban la escuadra tres fragatas, Terpsichore del capitán Bowen, la Seahorse del capitán Freemantle y la Emerald del capitán Waller. Cerraba el grupo un buque rápido, el cúter Fox del teniente Gibson y la bombarda El Rayo bajo el mando del teniente Compton.
El plan de ataque consistía en que las tres fragatas de la escuadra, que tenían menos calado que los grandes navíos, se acercaran lo más posible a la costa, en la oscuridad, y desembarcaran las tropas para ascender a las montañas situadas al nordeste de la ciudad y poder así atacar sus baterías costeras. El capitán de navío Troubridge, del Culloden, sería el encargado de la fuerza de desembarco. La bombardera Rayo abriría entonces fuego contra la ciudad con sus morteros. Al amanecer, los navíos de línea se acercarían, preparados, para bombardear la ciudad. La ciudad sería destruida por el bombardeo, a menos que los buques mercantes que se hallaran en el muelle con su carga, y el supuesto tesoro desembarcado en la población fueran entregados.
El día 18 la tripulación se dedicó a la instrucción de armas cortas. El día 20, Troubridge se trasladó al Theseus para recibir las últimas instrucciones y detalles de la operación. La fuerza de desembarco consistía de 200 hombres por cada navío de línea, 100 más por cada una de las fragatas, completada por 80 artilleros, es decir, unos 1.000 hombres. La maniobra de desembarco comprendería dos fases. En la primera se desembarcaría a unas dos millas al nordeste del muelle de Santa Cruz, en la playa de Valleseco, para tomar en maniobra de envolvimiento el castillo de Paso Alto. En la segunda fase, si no se rendía la ciudad tras conquistar dicho fuerte, se dirigirían al muelle, para ocupar desde allí la ciudad.
El primer desembarco se inició en la mañana del 22 de julio en la playa del Bufadero. El primer intento fue cancelado después de que las corrientes adversas dificultaran el ataque y se perdiera el elemento sorpresa. Nelson inmediatamente ordenó un nuevo ataque que fue repelido. Se preparó entonces para hacer un tercer intento que se llevaría a cabo durante la noche. Aunque él personalmente dirigió uno de los batallones, la operación fracasó: los españoles estaban mejor preparados de lo que esperaban y habían asegurado fuertes posiciones defensivas, (varios barcos no lograron desembarcar en el lugar correcto en medio de la confusión, mientras que los que sí lo hicieron fueron barridos por disparos y metralla).
El barco de Nelson alcanzó el lugar señalado para el desembarco pero tan pronto como éste puso un pie en tierra una bala de mosquete le dio en el brazo derecho produciéndole múltiples fracturas en el húmero. El joven John Weatherhead estaba en el barco de Nelson esa noche y consiguió desembarcar bajo una lluvia de proyectiles, aunque fue herido en el estómago. Josiah, que había insistido en acompañarle, le hizo un torniquete con el pañuelo que llevaba al cuello y lo llevó de regreso a bordo.
ESTEBAN ARRIAGA: EL ATAQUE DE HORACIO NELSON A SANTA CRUZ DE TENERIFE
CARTA DE HORACIO NELSON A JOHN JERVIS
El asalto se convirtió en una sucesión de fracasos. Por momentos, las escaramuzas fueron intensas, pero ello no fue pretexto para que se dieran situaciones humanitarias donde algunos españoles atendieron a los heridos ingleses en actos de caballerosidad que entonces eran frecuentes entre ambos bandos. Fue el caso de un español de origen irlandés, Bernardo Cólogan Fallon, que recogió herido en la playa a John Weatherhead. Le atendió de sus heridas, empleando la tela de su camisa para vendarlas, y le ayudó a regresar al Theseus. Pese a ello, Weatherhead, no mejoró y falleció cuatro días más tarde, el 29 de julio de 1797.
Como es sabido, el ataque fracasó y el propio Nelson informó a su superior, el almirante John Jervis, de lo sucedido. Junto a la carta adjuntó una lista de los oficiales y marineros heridos o fallecidos. Una hoja dolorosa, pues en ella se hallaban los nombres de muchos compañeros con los que había compartido años de navegación.
Nelson, que siempre había distinguido a los hombres que se comportaban honorablemente en actos de guerra escribiría, a bordo de su navío, una carta de agradecimiento a su rival, el general Antonio Gutiérrez, por el trato dado a sus hombres. La carta se la entregó personalmente Troubridge, el día después, cuando se disponía a recoger a los heridos británicos que estaban en los hospitales de la ciudad.
Theseus, en las afueras de Tenerife, 26 de julio de 1796.
No puedo separarme de esta isla sin dar a V. E. las más sinceras gracias por su fina atención para conmigo, y por la humanidad que ha manifestado con los heridos nuestros que estuvieron en su poder, o bajo su cuidado, y por la generosidad que tuvo con todos los que desembarcaron, lo que no dejaré de hacer presente a mi Soberano, y espero con el tiempo poder asegurar a V. E. personalmente cuanto soy de V. E. obediente humilde servidor.
Horacio Nelson
Sor. D. Antonio Gutiérrez Comandante General de las Yslas de Canarias.
Suplico a S. E. me haga el honor de aceptar un barril de cerveza Inglesa y un queso.
A lo que el general contestó:
Muy Señor mío, de mi maior atención:
Con mucho gusto he recivido la muy apreciable de V. S. efecto de su generosidad y buen modo de pensar, pues de mi parte considero que ningún lauro merece el hombre que sólo cumple con lo que la humanidad le dicta, y a esto se reduce lo que yo he hecho para con los heridos y para con los que desembarcaron, a quienes devo de considerar como hermanos desde el instante que concluió el Combate. Si en el estado a que ha conducido a V. S. la siempre incierta suerte de la Guerra, pudiese yo, o qualquiera de los efectos que esta Ysla produce, serle de alguna utilidad o alivio, ésta sería para mí una verdadera complacencia, y espero admitirá V .S. un par de limetones de vino, que creo no sea de lo peor que produce. Seráme de mucha satisfacción tratar personalmente quando las circunstancias lo permitan, a un sugeto de tan dignas y recomendables prendas como V. S. manifiesta; y entre tanto ruego a Dios guarde su vida por largos y felices años.
Santa Cruz de Tenerife 27 de julio de 1797.
B. L. M. de V. S. su más seguro atento servidor.
Dn. Antonio Gutiérrez
P .D.: Recibí y aprecio la cerveza y queso con que V. se ha servido favorecerme. Recomiendo a V. S. la instancia de los franceses que le habrá hecho presente el comandante Troubridge a nombre mío.
Sr. Almirante D. Horacio Nelson
En la tarde del día 26 de julio de 1797, los buques británicos rindieron honores fúnebres con veinticinco cañonazos y el arriado de sus banderas en memoria del malogrado capitán Bowen, comandante de la fragata Terpsichore, muerto el día anterior. La fragata Emerald entregó en Cádiz, tal y como había prometido, el parte de la victoria española. El honor y la dignidad de Nelson quedó patente en todo momento, aún pagando cara su audacia, pues el desconocimiento de la zona de desembarco y sus mareas así como la escasa valoración de la fuerza de los defensores, le hizo perder sus ventajas en el ataque.
Con una presencia de ánimo excepcional, no exenta de sentido del humor, escribió a su mujer desde el Theseus cuando regresaba a Inglaterra:
Theseus, en navegación,
5 Agosto 1797
Mi amadísima Fanny:
Tengo tanta confianza en tu amor que siento que el placer que vas a experimentar al recibir esta carta va a ser igual tanto si ésta está escrita con mi mano derecha o izquierda. Son los avatares de la guerra y yo creo tener muchas razones para estar agradecido; y sé que tu placer será aún mayor al descubrir que Josiah, gracias a la Divina Providencia, fue decisivo a la hora de salvar mi vida. En cuanto a mi salud, ésta nunca ha sido mejor; y ahora espero poder volver pronto junto a ti. Confío en que mi país no permita que me enfrente a necesidades pecuniarias pues he estado luchando durante toda esta guerra para evitarlo. Aunque no me sorprendería que me ignoraran y olvidaran, pues probablemente ya no les resultaré de utilidad. Sin embargo, poder seguir disfrutando de tu amor hará que me sienta rico. La casita de campo es en estos momentos más necesaria que nunca. Por los periódicos sabrás que el Lugarteniente Weatherhead ha muerto. ¡Pobre hombre! Aguantó vivo cuatro días después de que le dispararan. No cerraré esta carta hasta que no alcance al resto de la flota, lo cual puede tardar un tiempo porque el todo ha estado en calma los tres últimos días. Tengo la suerte de tener un buen cirujano a bordo; en resumen, estoy mucho más recuperado de lo que cabía esperar. Te ruego que ni tú ni tu padre piensen demasiado en mi percance: mi mente hace mucho que resolvió el contratiempo. Dios te bendiga y créeme
Tu afectuosísimo esposo:
Horatio Nelson
En multitud de cartas, pidió perdón a las familias de los que fallecieron junto a él. En el caso de su apreciado teniente John Weatherhead, Nelson escribió a su padre expresándole su pesar:
141 Bond Street, 31 Octubre 1797
Estimado Señor:
Créame cuando le digo que en gran medida yo he participado en nuestra causa real por la pena que siento ante la pérdida de un excelente joven. Tanto si consideramos su moralidad como en su condición de oficial, él fue un claro ejemplo para todos los que estuvimos a su alrededor; y cuando pienso en aquella noche fatal, no puedo evitar sentir la pena y revivir su caída ante mis propios ojos. Querido amigo, él luchó como siempre lo hizo, junto a mí, y más de cien veces con éxito. Pero por alguna extraña razón (según nos han enseñado a creer) tenía que producirse una separación, y por lo tanto debemos, por muy duro que sea la tarea, mostrar resignación.
Con mis más sinceros deseos para su futura felicidad, créame, estimado Señor,
Su más ferviente servidor:
Horatio Nelson
El contralmirante regresó a Inglaterra a curarse sus heridas físicas y morales. Si bien el castigo sufrido en Tenerife fue más allá de lo humanamente soportable, no le restó valor para convertirse en uno de los marinos más respetados de la historia naval británica y mundial.
HORACIO NELSON DE REGRESO EN EL THESEUS y EMMA, LADY HAMILTON
En marzo de 1798, se reincorporó al servicio junto al almirante Jervis y participó nuevamente en el bloqueo de Cádiz. Meses más tarde infringió a los franceses una humillante derrota en la rada de Abukir y su rey le concedió la baronía del Nilo y Burnham-Thorpe.
En septiembre comenzó a relacionarse asiduamente con lady Emma Hamilton, una joven inglesa casada con el embajador de Inglaterra en Nápoles, sir William Hamilton. Año tras año, la relación se fue consolidando, convirtiéndose en su amante y conviviendo con ella abiertamente en Inglaterra. El almirantazgo, que desaprobaba su conducta, decidió devolverlo al mar para alejarlo de su amante.
Después de la reconquista de Nápoles se suceden batallas contra los daneses y las continuas luchas contra las fuerzas napoleónicas. Tras la firma de la Paz de Amiens, el 22 de octubre de 1801, Nelson fue nombrado comandante en jefe del Mediterráneo y asumió el mando de la nave HMS Victory. Pero la paz fue breve y sólo dos meses más tarde fue enviado de nuevo a luchar a la que sería su última batalla, Trafalgar.
Poco antes de comenzar la contienda, Nelson envió uno de sus últimos mensajes codificados a la flota, que transcrito reza: England expects that every man will do his duty.
Su duración fue breve, pero el despliegue naval de los tres países pasará a la historia como la más cruenta y brutal batalla sobre el mar. Para España y Francia supuso la perdida del grueso de sus fuerzas navales, para Inglaterra la hegemonía sobre el mar. Nelson recibió una bala de mosquete y falleció en su barco. En sus funerales, celebrados en la catedral de San Pablo de Londres, presidían el acto dos gigantescas banderas de España y Francia, capturadas durante la batalla de Trafalgar. Sus dos grandes enemigos estaban presentes ante el almirante, una señal de respeto tras toda una vida de permanente lucha.