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1770, Voltaire y el vino de las Islas Canarias

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De las colonias americanas nos trasladamos ahora a Francia pues el mismo Voltaire, o mejor dicho François-Marie Arouet, que así se llamaba realmente, agradece un envío de vinos españoles entre los que se encontraban dos caldos canarios. 

En 1770 Voltaire no se encontraba en Francia, sino exiliado en Ferney, Suiza. Hbiendo cumplido los 76 años, se apasionó por la fabricación de relojes de lujo en los que incorporaba retratos de esmalte. Los primeros que fabricó fueron regalados al rey Luis XV y a su delfín. Pero en junio de 1770 comenzó a hacer uno con destino a Pedro Pablo Abarca de Bolea, conde de Aranda, que en aquellos días era el presidente del consejo de Castilla, centro de poder de la estructura de gobierno de la Monarquía Hispánica durante la Edad Moderna. [1]


Aranda había recibido grandes distinciones y su reconocimiento era unánime por una serie de iniciativas como la reforma agraria, la colonización de Sierra Morena, las medidas regalistas, el apoyo a las Sociedades Económicas de Amigos del País y en la elaboración del llamado Censo del Conde de Aranda [1768-1769], el primer censo de población que se hizo en España. Por todo ello hasta el propio Voltaire escribió sobre que "con media docena de hombres como Aranda, España quedaría regenerada".


Voltaire

Con el reloj casi terminado, Voltaire escribe al marques de d’Ossun, embajador de Francia es Madrid para que le prestara ayuda para hacer llegar su reloj a España además le pide ayuda para ampliar la distribución de sus manufacturas en nuestro país. De hecho el reloj que fabricó para Aranda sería el primer lanzamiento de sus relojes y debía extremar su puesta en escena. 


El 6 de marzo de 1771 envía una caja de relojes al marques de d’Ossun y acompaña de una carta para Aranda excusándose porque el dibujante de su villa había pintado mal los rasgos del conde, y aunque algo desfigurado, al menos conservaba la apariencia del estadista español. Aranda agradecido ante tan noble regalo responde al patriarca de Ferney obsequiándole con paños, porcelanas de su fábrica de Alcora y varios vinos.



Señor conde:

Tengo la manufactura de vuestros vinos por la primera de Europa. No sabemos a cuál dar la preferencia, al Canarias o al garnacha, al malvasía o al moscatel de Málaga. Si este vino es de vuestras tierras, deben de caer muy cerca de la tierra prometida. Nos hemos tomado la libertad de beber a vuestra salud, en cuanto han llegado. Juzgad qué efecto habrán hecho en gentes acostumbradas al vino de Suiza. Vuestra fábrica de media porcelana es muy superior a la de Estrasburgo. Mi alfarería es, en comparación de vuestra porcelana, lo que en Córcega en cotejo de España.También hago medidas de seda, pero las vuestras son de una delicadeza admirable. De paños no tenemos nada. Vuestros hermosos merinos, de lana tan suave y delicada, son desconocidos aquí… recibid señor, el testimonio de mi profunda admiración por un hombre que desciende a todos estos pormenores en medio de tan grandes cosas. De seguro que en tiempo del duque de Lerma y del conde – duque de Olivares no tenía España tales fábricas. Conservo como reliquia preciosa el decreto solemne del 7 de febrero de 1770, que desacreditó un poco las fábricas de la Inquisición. Europa entera debía felicitaros por él. Si alguna vez queréis engalanar el dedo de una ilustre dama española con un reloj en forma de anillo…, adornado de diamantes, sabed que no solo en mi aldea se hacen, y que estoy a vuestras órdenes. No lo digo por vanidad, porque es puro acaso el que ha traído a mi pueblo al único artista que trabaja en estos pequeños prodigios. Los prodigios no deben desagradaros.


A watch by Georges Auzière (1713-1799) made in the 1780s with a Ferney Voltaire movement signed Mestral [2].

Fueron tantos los elogios recibidos por Aranda que además fueron conocidos por muchos miembros del gobierno que se comenzó a temer que este estuviera siendo tentado por ciertos círculos franceses. Dice el príncipe de La Paz en sus Memorias que a Aranda le embriagaron los elogios de los enciclopedistas, que se habían propuesto reclutarle para sus doctrinas, ya que adoptó sin examen cuanto malo, media y bueno había producido aquella secta. Años más tarde, en 1773, el gobierno de Carlos III lo destinó a París como embajador de España o como algunos presumían como un destierro dorado que luego no lo fue tanto. Allí desarrollaría una importante labor en pro de la independencia de las trece colonias. [3] En ese cargo ejercería de interlocutor de Benjamin Franklin de cara a obtener la ayuda de España.

En esos primeros años en París Aranda volvió a hacer alarde de los productos españoles y en particular de los de Aragón. En cierta comida en la corte la reina Antonieta presentó a Aranda unas sabrosas anguilas y quesos de su país de las que apenas probó bocado alguno el embajador. Al percatarse la reina le dijo; Apuesto conde, que, ¿no os gusta el queso y las anguilas o creéis que éstas y aquel son inferiores a las de vuestro país? Aranda dijo; Señora y si Vuestra Majestad se digna darme su real permiso dentro de pocos días tendré la honra de de ofrecer a los pies de Vuestra Majestad anguilas de Alcañiz y queso de Tronchón, y Vuestra Majestad resolverá por si misma, con mas acierto que yo, esta cuestión de gustos, que no es, como Vuestra Majestad sabe muy bien, de las más fáciles de decidir. La Reina aceptó el reto.

Tiempo después, en fuentes y bandejas de plata, aparecían de las cocinas del palacio real cien Anguilas de Alcañiz y otros tantos quesos de Tronchón. El cuerpo diplomático y no pocos magnates de aquella corte, estaban invitados, ocupando Aranda, un distinguido lugar como embajador de España. Salieron las anguilas a las mesas y los quesos, y la reina, después de tomar de unos y otros, les dio preferencia sobre cuantas anguilas y quesos había probado en su vida. Por supuesto el rey, toda su corte estaban invitados y hasta los más humildes criados de palacio, que participaron del regalo español, celebraron con entusiasmo los nombres de Alcañíz y de Tronchón, que tan excelentes manjares producían, y el conde de Aranda quedó tan complacido y ufano con tan pacífico triunfo, como el patriota [4]

Pero dejando a un lado la relevancia de Aranda en París en los años de la guerra de independencia, lo que realmente me pregunto es como llegaban los vinos a Suiza desde España. En particular quien le vendía los vinos canarios al conde de Aranda en 1771 pues solo es hasta 1778 y por el asunto de un ataque corsario cuando la familia Cólogan y el embajador de España en París entran en contacto. 




[1] Pedro Pablo Abarca de Bolea, conde de Aranda [1719-1798] fue designado en 1773 embajador de España en París por Carlos III. Militar de profesión y grande de España, mantuvo desde su partido aragonés un enfrentamiento político con el marqués de Grimaldi, lider de los llamados Golillas, y después con José Moñino y Redondo, conde de Floridablanca pues éste pretendía reequilibrar las instituciones de la monarquía dando más peso al estilo de gobierno ejecutivo de las secretarías de estado y del despacho, mientras que Aranda defendía el estilo tradicional que representaban los consejos.

[2]  http://www.watch-around.com/en/subscribers-zone/magazine/article/voltaire-lhorloger.html


[3] Menéndez y Pelayo, Marcelino. Historia de los Heterodoxos Españoles. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid. 1992. Pags. 676-678.

[4] Ferrer Benimelliel, José Antonio. X Conde de Aranda y Aragón. Universidad de Zaragoza.


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