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Channel: Canary Island in history
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1789. Un mundo aun incompleto.

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Resultado de imagen de lady juliana 1789
Nadie en la isla sabía nada de su llegada pero cuando el Lady Juliana echó el ancla en la bahía de Santa Cruz se hizo notar de inmediato.
Fue cuando se acercaron al barco cuatro barquitas que se acomodaron en los costados para bajar al capitán George Aitken y varios oficiales. Entonces todos oyeron el griterío femenino que salía del interior del casco.
Horas después ya corría por Santa Cruz el rumor de que aquel barco estaba lleno de mujeres y eso sí que era algo inaudito.
El comandante de la plaza confirmó luego los hechos y es que aquel navío iba camino de Botany Bay, un lugar del que algunos en la isla habían oído hablar pero que nadie en 1789 conseguía poner en el mapa.
Unos decían que eran unas remotas islas en el Pacífico profundo y otros lo ponían en el Ártico pero lo cierto es que nadie había vuelto de un viaje a esos lugares.
El caso es que la misma noche en que el Lady Juliana llegaba a Tenerife se armó el lío. Unos dicen que con ayuda de algún enamoradizo joven de la isla y la connivencia de un oficial pero lo cierto es que a las dos de la mañana alguien accedió furtivamente al navío y abrió los candados de acceso a las bodegas y cuando bajo, no creyó lo que sus ojos vieron.
Hacinadas en condiciones deplorables dormían arremolinadas más de 200 mujeres. Antes de subir, el joven imaginaba que debían ser esclavas africanas pues de esos barcos ya había visto alguno, pero no, todas eran blancas y muy blancas.
Cuando se tropezó con los primeros camastros, tres de ellas, sin hacer ruido le pidieron que las liberaran y sin hacer ruido las sacó de aquel pestilente lugar.
A la mañana siguiente se alertó de la fuga pero aquellas jóvenes ya estaban escondidas en el norte de la isla de Tenerife. El capitán Aitken dio un comunicado al comandante avisando de que las fugadas eran presas peligrosas, vamos unas rateras, prostitutas y de la peor calaña.
Dio igual, no había tiempo, el lady Juliana debía partir y cumplir su cometido, que no era otro que poblar Australia. Ya habían pasado muchos años desde la First Fleet y se necesitaban muchas mujeres para mantener estable la colonia.
Las jovencitas inglesas quedaron en Tenerife y poco más se supo de ellas. Tal vez echaron raíces aquí o tal vez no, pero lo cierto era que no se merecían semejante destierro. Al final resultó mejor vivir en Tenerife que ir a descubrir el último y nuevo continente con el que se cerraba y completaba el mapa del mundo.

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