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Me pide el Capitan Heldt que les cuente la otra parte de este episodio

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Me pide el Capitan Heldt que les cuente la otra parte de este episodio y eso haré.
Tras el abordaje y robo del Henrica Sophia, el capitán Conyngham decidió que podía ser interesante acercarse a las Islas Canarias para ver si hacia alguna que otra presa que le reportase unos buenos ingresos.
Tanto él como otros corsarios americanos tenían agentes secretos en cada puerto de Europa a quienes entregaban sus presas y en eso Tenerife no era una excepción. El encargado de eso en la isla era el franchute Casalon.
El caso pasaba el tiempo y dos semanas después ya sospechábamos que la tardanza en llegar del sueco se debía a un ataque corsario y los nervios se apoderaron de nosotros.
Al fin se confirmó y una mañana asomó por Anaga el corsario ondeando su serpenteante banderiza por Anaga y de inmediato alertamos al comandante Tabalosos para que lo detuviera de inmediato. Ni que decir que no nos hizo ni caso argumentando que no teníamos pruebas y en eso tenía razón.
Mientras decidíamos que hacer, !cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos al osado capitán echar el ancla frente a la ciudad! Los comerciantes presionamos aún más, pero nada, el comandante muy pusilánime o muy cagon no se movía.
De noche, el destino nos hizo un regalo. A las dos de la mañana llegó a nado a la costa un marinero sueco que había logrado zafarse de las cuerdas que lo ataban. Al llegar alertó a la guardia y los soldados despertaron al comandante. Entonces ya no le quedó más remedio que asaltar al navío enviando varias lanchas.
Lamentablemente no pudo ser, el capitán corsario liberó su barco de las anclas y largó sus velas quedando rápidamente fuera del alcance de los nuestros y ni un mísero cañón le atinó.
Los reproches fueron mutuos entre nosotros y el comandante pero al cabo de tres días nos llegó la noticia de un barquito procedente de La Palma dando la noticia de que el corsario estaba al ancla en aquel puerto junto a otro navío recién apresado. !No dejaba de sorprendernos este capitán que siempre iba por delante!

Esta vez sí, el comandante Tabalosos envió a la Palma un pequeño bergantín con órdenes de apresarlo y de hacerlo con extremo sigilo para no perderlo de nuevo.
Dos lanchas con infantes fuertemente armados se lanzaron con nocturnidad hacia la Revenge y el Countess of Moreton que así se llamaba el barco inglés apresado. De un hachazo el corsario se liberó nuevamente y escapó. Sin embargo su presa quedo sin amparo.
El capitán al mando del Countess of Moreton era un franchute bastante insolente llamado Graciano Siluanne que fue llevado a tierra no sin tener que soportar sus sandeces.
Al día siguiente, tanto él como sus secuaces fueron trasladados a Tenerife para enfrentar los cargos de robo de una propiedad española. El francés era un mercenario que había subido a bordo en la Palma y no tardó en argumentar que la captura había sido legal.
Los comerciantes le denunciamos por el robo de la Revenge pero el negó su relación con nuestro barco y el corsario Conyngham. Luego se puso en manos del cónsul francés y dirigieron cartas a París a Benjamín Franklin de quién todos sabíamos que era quien otorgaba las patentes de corso.
Rápidamente escribí un memorial y se lo envié a mi hermano Juan en Londres que se trasladó a París a hablar con el americano. Mi hermano es muy convincente y más lo fue cuando el conde de Aranda, nuestro embajador en París le apoyó. España era neutral y los nuestros barcos no debían ser atacados.
Franklin tardó unos días en desterrar a su corsario y enviarlo de vuelta a América. Franklin no podía arriesgarse a que su secreta negociación con España se malograse por un corsario alocado. Unas cajas de vinos de la Orotava que teníamos de vino en París se las llevamos al americano y nos consta que le gustó.
Tomás

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