Para cualquier usuario de la naviera Armas no es un secreto que los barcos se mueven gracias al combustible, ni que el gasoil hace girar los motores haciendo que el navío se desplace con el empuje de las hélices. Sin embargo, todo esto es moderno, pues fue solo en 1803 cuando John Stevens introdujo una máquina de vapor dentro de la bodega de un barco que mediante una transmisión las movía.
Antes de ese novedoso invento solo había velas y muchas, muchísimas horas de tediosa y peligrosa navegación. En el siglo XVIII la Marina Real británica, la armada más poderosa del mundo, mantenía flotas en todos los océanos, protegiendo a sus mercantes y los puertos de los territorios que por aquel entonces ocupaba. En cada conflicto con sus grandes enemigos, España y Francia, la marina se ponía en marcha para acudir rauda a su defensa.
Cualquier navío de esa flota estaba equipado con una enorme cantidad de marineros y oficiales, normalmente centenares, y cuando iban tropas terrestres se incrementaba notablemente el número de efectivos. Como las travesías duraban meses, antes de partir, cargaban en sus bodegas: pan, carne, pescado, fruta y otros consumibles. El mayor problema era el agua, pues no tenían modo de conservarla y se echaba a perder rápidamente, en consecuencia, no había forma de dar de beber en condiciones a tantos hombres. ¿Cuál era la solución?, pues otro líquido que durara más tiempo sin pudrirse y que les protegiera de los problemas digestivos y aquí es donde viene el vino, nuestro vino.
En los albores de cualquier guerra el aparato logístico-militar inglés se ponía en guardia y en el caso de la Marina Británica la que se ocupaba de estos menesteres era la Oficina de Aprovisionamientos o Victualling Office. Esta oficina, con sede en Londres, contrataba en decenas de puertos de todo el orbe los suministros para sus barcos sacándolos a concurso. Entre los productos más demandados estaba la carne, los vegetales, las armas, las municiones y sobre todo los vinos, el producto más voluminoso de todos. En cada continente, en cualquier punto del globo, ya sea en Jamaica, Tenerife, Madeira, Gibraltar, Ciudad del Cabo o en Madrás, los cónsules británicos recibían las indicaciones y las distribuían entre las empresas de ese puerto. Todo estaba predeterminado, las condiciones de suministros, la calidad, los formatos de las pipas, su tamaño, la forma de pago, los modelos de impresos que debían ser rellenados y por supuesto el precio de venta, que se establecía para un período y que podía ser renovado.
Por ejemplo, si una flota partía hacia Jamaica o las Antillas en el Caribe para combatir a los Franceses sabía previamente donde parar para llenar sus bodegas. Así que, una vez dejaban Inglaterra, bajaban con los alisios hacia las Islas Canarias, sin hacer escala en el continente, pues el enemigo de ese momento podía ser Francia o España. Una vez alejados de Europa, paraban en lugares más amistosos como Tenerife, donde las casas de comercio adjudicatarias les suministraban.
En octubre de 1793 con Francia e Inglaterra ya en guerra declarada, y España a la espera de involucrarse, pasó por Tenerife el almirante John Jervis [Commander in Chief of Her Majestic Ships & Vesels at Barbados], cargó en varios navíos el suministro contratado. “One of the Commisioners of the Victualling has desired us to order by one of the vessels now ordered to take in wine, two Pipes of the oldest and very best Tenerife Wine for Vice Admiral Sir John Jervis K.B. consigning it to the care of the Governor of Barbadoes in case Sir John should not be arrived”.
De esa manera, miles de pipas de Tenerife Wine fueron hasta el Caribe para dar de beber primero a los marinos y luego a las tropas terrestres británicas ya en guerra con Francia. Meses después España también les declaró la guerra y, como aquí ya no podían recalar navíos ingleses, se urdió una estratagema para seguir haciéndolo con otros de diferentes nacionalidades. La guerra prosiguió y los vinos les siguieron abasteciendo y es que sin ellos no había posibilidad de combatir.
Carlos Cólogan Soriano. 2017
Nota: Las imágenes que acompañan pertenecen a la editorial BES Magazine que publica la revista oficial de la Naviera Armas en las Islas Canarias.