Algo deprimido viendo los cansinos telediarios que cacarean el dichoso referéndum me refugiaré en un pasaje que me saque de esta atonía.
Esta intrascendente historia va de este señor llamado Arthur Phillips, un oficial inglés encargado de trasladar hasta Australia en 1787 a toda una colonia de presos ingleses. Vamos, un marrón.
Cuando se presentó en Tenerife para cargar vinos mostró este documento y entonces pudo adquirirlos. Claro, como eran once los barcos de la expedición, cada capitán tenía una hojita igual y así la flota entera acumuló un pedido muy considerable valorado en 1143£.
No fue una cantidad escasa la que debieron subir a bordo pues iban embarcados cerca de 1500 personas entre marinos y convictos, casi como un gran crucero actual.
El comodoro Phillips subió a bordo vinos procedentes del norte de Tenerife y particularmente de la hacienda de la Gorvorana en el Realejo. La cosa fue algo complicada pues debieron sacarse centenares de pipas desde el Valle de la Orotava que está en el norte de la isla para trasladarlos hasta Santa Cruz en un barco de cabotaje. Luego se desembarcaron y se almacenaron en una bodega de la capital que aún no sé donde está.
En Santa Cruz causó mucha sorpresa y expectación la llegada de los once navíos pues únicamente estaba avisada la compañía contratada para el suministro y el comandante de las islas. Este incluía principalmente vinos pero también agua, carne, aves vivas y decenas de variados comestibles como chocolate, aceite, cebollas y café. Vamos un surtido completo que hizo ganar mucho dinero a la compañía tinerfeña.
Se tardó casi una semana en pertrechar los navíos y la estancia dicen que fue muy movida según relatan las crónicas del viaje y eso que los convictos jamás pusieron un pie en tierra. De todas formas, en aquella época, cada vez que llegaban navíos ingleses, se organizaba un sarao de cuidado en el puerto. Entonces cada comerciante local buscaba desesperadamente una venta pero lo único que te podía asegurar el acceso al capitán del barco era tener “un papelito” como este con origen en un contrato previo.
Por supuesto que una gran parte de esos vinos se los bebieron en la larguísima travesía y los que no, los desembarcaron en Botany Bay (bahía de Sidney). Y es que el vino era más que ahora un líquido muy apreciado por no decir vital pues allí no se encontró fuentes de agua seguras.
Así pues, los vinos tinerfeños fueron los primeros en consumirse ese país posiblemente junto con algún otro de Table Bay (ciudad del Cabo, Sudáfrica), la última escala del viaje. Phillips fue por tanto el primer gobernador (1788-1792) de Nueva Gales del Sur y tuvo que lidiar con muchas penurias para sacar adelante la nueva colonia.
Queda para otra ocasión explicar cómo se conseguían esos contratos, algo no menos interesante. Pero lo cierto es que ya fueran ingleses o de donde sean los compradores lo importante era darle salida a la cosecha algo que cualquier bodega hoy en día tendría muy claro.
Bueno, tal vez he conseguido sacarte por un rato la cabeza del dichoso referéndum. Lo mejor, cómprate una novela y apaga la tele.