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LAMBERT WICKES, EL AUDAZ CAPITÁN DE BENJAMIN FRANKLIN

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Un audaz capitán, Franklin y …algo más
Erase una vez un capitán de navío que, dos o tres veces al año, cruzaba el océano Atlántico trayendo a Tenerife cereales, harinas y duelas de roble y llevándose a cambio vino, mucho vino. Venía desde Filadelfia y lo hacía con tanta frecuencia que era muy conocido en el Puerto de La Orotava donde se movía casi como un vecino más. Comenzó a venir allá por 1768 porque su jefe, el acaudalado Robert Morris, tenía gran amistad con el tinerfeño Juan Francisco de Franchi Grimaldi, con quien compartía incluso la copropiedad de algún navío.
El capitán se llamaba Lambert Wickes (1735-1777), su bergantín era el Chester. Seguramente el lector no lo reconozca, pero de eso me voy a ocupar aquí. Wickes era todo un hombre de mar y se conocía cada soplo de aire y cada ola del océano. También sabía sortear peligros como nadie, pues era capaz de esquivar al más peligroso navío con una destreza algo infrecuente. Él y otros capitanes trabajaban para la compañía mercante de Morris, la principal empresa comercial de Filadelfia en la década de 1760-70.
Venía mucho por la isla con sus productos y, si no los conseguía intercambiar en Canarias, proseguía hacia Cádiz, Sevilla o Lisboa donde casi siempre los colocaba, aunque la mayor parte de sus bodegas conseguía llenarlas con vinos de Tenerife, si no de Madeira.
De esa compañía americana, denominada Willing & Morris, participaban en el comercio canario del vino, además del Chester de Wickes, el Patty con el capitán Wilson, el Rafael con el capitán Lawrence y el Diana con capitán Kerr. Eso se debía a que ni en Filadelfia, ni en otros lugares de la costa Este americana, habían arraigado aún las cepas que se llevaron desde Europa; hasta conseguirlo, los vinos había que llevarlos allí. Así que, mientras eso sucedía, las islas Canarias mantuvieron ese mercado.
Cuando la cosa “se puso fea”, es decir, cuando las colonias americanas decidieron independizarse de Inglaterra, los capitanes mercantes más diestros fueron tentados por el Continental Congress [la asamblea de delegados de las Trece Colonias inglesas que declaró la independencia de los británicos] para que pasaran a formar parte de una marina un tanto improvisada.
La experiencia de Wickes no pasó inadvertida, pues conocía perfectamente los puertos españoles y, además, estaba muy comprometido con la causa de la independencia. Su jefe, Morris, pronto puso a disposición del congreso su flota mercante y los préstamos que le hicieron acabar siendo uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos.
Viendo un negocio en ciernes, Morris compró algunos barcos más y uno de ellos fue el bergantín Molly que, de inmediato, vendió al comité de la Marina del Congreso Continental que cambió su nombre a Reprisal. Este navío es considerado el primero buque oficial de la marina de guerra americana y la elección de su nombre (Represalia en español) tenía la clara intención de mostrar a Gran Bretaña el objeto que se marcaba la nueva marina de las colonias.

Con la guerra ya en el horizonte, el Secret Committe of Correspondence (Comité de Correspondencia Secreta, una suerte de germen del servicio secreto del cual formaba parte Morris) ya estaba conformando una lista de veinte capitanes para la nueva marina. Entre ellos destacaban: Lambert Wickes, John Barry y John Paul Jones. Se desconoce si Wickes eligió o lo eligieron para formar parte de la marina de guerra, pero su suerte estaba echada.
La primera misión, quizás la más crucial que se planteaba el comité, era trasladar de forma secreta al nuevo embajador de las Trece Colonias a París, sin que los británicos se enteraran. Estaba en juego la ayuda francesa y española y el embajador designado era nada menos que Benjamin Franklin, el más respetado negociador americano. De inmediato, todos estuvieron de acuerdo en que Wickes era adecuado para tan delicada misión.
El Reprisal salió de Filadelfia en octubre de 1776 con Franklin y dos de sus nietos a bordo. Osado como era, antes de llegar a las costas francesas pidió permiso al embajador para asaltar a dos bergantines ingleses el George y La Vigne. El 29 de noviembre, a cierta distancia de Nantes, Wickes tuvo que fondear debido a los vientos desfavorables y, cuatro días después, detuvo un bote de pesca para que llevara a Franklin y a sus nietos a tierra, al pueblo de Auray.
Benjamin Franklin quedó impresionado por la destreza del capitán y por la facilidad con la que un simple navío, bien armado y con hombres diestros, podía capturar navíos con semejante facilidad. Meses después Franklin ya estaba organizando su propia flota de corsarios y repartiendo patentes de corso a diestro y siniestro. En los siguientes meses Wickes causó un destrozo sin igual entre los mercantes británicos en las aguas europeas. Tras decenas de capturas, el Reprisal se hundió con Wickes en los bancos de Terranova el 1 de octubre de 1777, tras una fuerte tormenta.
En España, esa avidez corsaria tuvo fatales consecuencias y las Islas Canarias sufrieron numerosos ataques de estos capitanes. Juan Francisco de Franchi Grimaldi no tuvo tiempo de verlo por fallecer en 1770, pero otros comerciantes tinerfeños tuvieron que ir a París a entrevistarse con Franklin para resolver los daños que le causaban esos corsarios, pero eso ya es otra historia.


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