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El emperador Kanghi y el Canary Whine. 1773

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Hay relatos que me dejan perplejo. Este artículo de prensa fue publicado en la Gaceta de Pensilvania [The Pennsylvania Packet] el 22 de febrero de 1773. Menciona el texto al emperador chino Kanghi bebiendo Canary Wine [vino de canarias]. Yo ya sabía que la compañía inglesa East India Company hacía escala en las Islas Canarias con sus navíos, como lo hizo el propio embajador Macartney.


Sus navíos alcanzaban el oriente y fundamentalmente la India desde donde remitía a China grandes cantidades de opio pero conocer que también fueron hasta allí algunos vinos cargados en las Islas Canarias me resulta algo increíble. 
Hay que imaginar que, en 1689, la East India Company era casi un estado dentro de la India continental y administraba, de forma independiente, las ciudades de Bombay, Madrás y Bengala disponiendo de una fuerza militar tremendamente intimidatoria. Tal vez, ello explicaría cómo fue posible que el mismísimo emperador degustara ese vino español enviado hasta allí por esa compañía.



El artículo dice así:


Alguno de nuestros lectores puede haber oído con anterioridad la siguiente historia de Kamhi para muchos, no obstante, puede resultar tan novedosa como increíble y entretenida.

Kamhi, un antiguo Emperador de China, particularmente célebre por su curiosidad, cuya pasión imperante era una sed insaciable por el conocimiento, protagonizó, entre otros hechos, uno que fue sumamente extravagante: sintiendo el deseo de conocer qué era eso de estar borracho, le ordenó a un noble (un Mandarín) que era muy inteligente, que se sentara y bebiera con él. El licor escogido fue un vino de Canarias, y en un plazo de dos horas, el Emperador, completamente borracho, cayó en un profundo sueño. Cuando el Mandarín, que seguía sobrio, lo vio, salió de la habitación y mandó llamar a uno de los jefes de los eunucos, al que se dirigió con estas palabras:

Amigos míos, no todo lo que hace un Monarca está bien. Nuestro amo parece estar más que contento con el jugo de la uva; elogió cada vaso y se expresó con embeleso cuando casi había completado su dosis. Consideren ustedes que si él ya es de por sí caprichoso, y en cierto modo adicto a la crueldad, cuán insoportable se volvería si llegase a convertirse en un borracho. Sigan mi consejo y por lo tanto les pido que me encadenen y me encierren en las mazmorras. Cuando el Emperador se despierte y pregunte por mí, díganle que se cumplieron sus órdenes y déjenme a mí el resto. Los eunucos aprobaron el plan que ejecutaron al instante.

En cuanto el Emperador se despertó y se dio cuenta de que estaba solo, preguntó por el Mandarín y se quedó de piedra cuando le dijeron que se encontraba en una mazmorra encadenado, y que habían mandado llamar al verdugo para ejecutarlo siguiendo las órdenes de su Majestad; empezó a reflexionar sobre qué diablos le había provocado a actuar así. Incapaz de recordar nada, dio orden de que fueran a buscar al Mandarín, que llegó a su presencia encadenado de pies y manos, y con el rostro abatido, y se arrojó a los pies del Emperador implorando saber al menos de qué se le acusaba: en ese momento le liberaron de las cadenas y una vez que la compañía se retiró, el Emperador le dijo claramente que no recordaba nada del asunto pero que tenía un tremendo dolor de cabeza y que a pesar de lo mucho que le había gustado el sabor del vino no volvería a beber más de tres vasos al día de un licor tan perjudicial para la mente como para el cuerpo; una determinación que ha mantenido desde entonces; y, por lo tanto, puede fanfarronear de haber sido felizmente engañado en una ocasión.

English version:

Suplement to the The Pennsylvania Packet and General advertiser. Nº70. Filadelfia. 22 de febrero de 1773. Pág 5 The following story of Kamhi, may have been elsewhere met with by some of our readers; yet to many it may be as new as it is remarkable and entertaining.

Kamhi, a late emperor of China, particularly celebrated for his curiosity, his ruling passion being strong thirst after knowledge. Among other instances of which there happened one, which was whimsical enough: he had a mind to know what it was to be drunk, and for that reason ordered a nobleman (a Mandarin) who had a very strong head, to sit down and drink with him. The liquor they chose was Canary, and in the space of a couple of hours the Emperor grew dead drunk, and fell fast asleep.

When the Mandarin, who continued sober, saw this, he retired out of the room and sent for some of the chiefs of the eunuchs, to whom he addressed himself in words to this purpose:

My friends, whatever a monarch does, is no right matter. Our master seems but too well pleased with the juice of the grape; he commended it at every glass, and expressed himself in raptures, when he had well nigh got his dose. Consider with yourselves, that if he is already capricious, and somewhat addicted to cruelty, how insupportable he will grow if once he becomes a drunkard. Take my advice therefore, load me instantly with chains, and thrust me into dungeon. When the Emperor wakes, and enquires for me, tell him it was done by his order, and leave the rest to me. The eunuchs approved this scheme, and instantly put it in execution.

As soon as the emperor came to himself and perceived he was alone, he enquired for the Mandarin and being told that he was in a dungeon loaded with irons, and that they had sent for a executioner to put him to death, by his Majesty’s orders, he was amazed; and began to reflect within himself, what it was thus provoked him. Being able to recollect nothing, he gave directions that the Mandarin should be sent for, who came into his preference with irons on his hands and feet, and with a dejected countenance, throwing himself at the Emperor’s feet, requested that he might at least know his offence: upon this his irons were taken off, and the company withdrawing, the Emperor told him plainly, that he remembered nothing of the matter, but that his head ached extremely, and how well soever he liked the taste of wine, he would never drink above three glasses a day of a liquor prejudicial alike to the mind and to the body; which resolution he has ever since maintained; and may therefore boast of having once been happily deceived.


Extraído del libro: Bernardo Cólogan y los 55 días en Pekín. Carlos Cólogan Soriano. 2015 Próxima publicación.

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