Todos conocen a los últimos de Filipinas, sino por la propia historia por las películas. El episodio presenta la resistencia heroica de los últimos españoles en las Islas Filipinas, un bastión esencial en los siglos pasados. Siempre se ha hablado de la pérdida de Filipinas y de Cuba como hitos que recuerdan un pasado glorioso que se diluía, pero estos dos hechos no fueron los únicos. Retrocediendo un poco más en el tiempo, concretamente a octubre de 1799, España se desprendía de un territorio mucho mayor, más relevante y además de una forma muy ominosa: La Luisiana.
Aquel territorio norteamericano era inmenso y tenía una superficie de 2.140.000 km², es decir cuatro veces más grande que la propia España y era propiedad de española desde 1764. Lindaba al este con el río Misisipi, al oeste con las montañas rocosas, al sur con el golfo de México y al norte con la frontera de Canadá. El centro del poder estaba en Nueva Orleans y bien es cierto que por su extensión era un territorio difícil de gobernar por las tribus indias que lo poblaban y sus constantes ataques.
Pero no es su a descripción a lo que me quiero referir, sino a la lamentable forma en que se perdió. Fue durante las guerras napoleónicas, durante el reinado de Carlos IV, aliado forzoso o forzado de Francia. Los galos por entonces estaban sumidos en una guerra fratricida contra Inglaterra y España, su aliada, sufría el asedio a Cádiz, el ataque a Tenerife y el bloqueo de su imperio colonial que estrangulaba el comercio entre América y la metrópoli.
Por aquellos años vivía en Tenerife el coronel Manuel Juan Salcedo que había llegado a la isla el 14 de agosto de 1776. Era un militar muy destacado pero de perfil bajo sino discreto. Ahora casi nadie sabe de él, incluido un servidor, y es solo desde hace unos días cuando me he interesado por su vida. Salcedo arrancó su estancia isleña como Teniente del Rey, tras la partida de Matías de Gálvez desde Tenerife hacia el Virreinato de Nueva España. Su hoja de servicios es muy destacable, sobre todo por su participación en el episodio del ataque de Nelson, donde combatió eficazmente, reconociéndole sus esfuerzos el propio General Antonio Gutiérrez. Esos méritos no debieron pasar desapercibidos pues a finales de 1799 fue designado Gobernador General de La Luisiana, un puesto muy, muy codiciado.
Habría que imaginarse por un momento como pudo ser su designación, que desde luego estaba avalada por sus méritos, pero se desconoce quién le recomendó para semejante puesto. Era algo que miles de militares ansiaban pues iba a gobernar un territorio que antes estaba bajo el mandato del propio Bernardo de Gálvez. Seguramente se armó mucho revuelo en la isla, pero a sus 57 años, el veterano y querido coronel pasaba por una enfermedad y postergó su salida hasta el verano de 1800. Su marcha fue sentida pues llevaba más de veinte años en la isla. El largo viaje a Norteamérica fue verdaderamente penoso pues durante la escala en Cuba fallecía su mujer.
En el otoño y de camino a su nuevo puesto, seguramente desconocía ¿o tal vez no? que en Madrid se daba forma a un acuerdo secreto para regalar La Luisiana a los franceses. Era el secreto tercer tratado de San Idelfonso de 1800 propuesto por Carlos IV que acordaba que en solo seis meses España entregaría La Luisiana a cambio de un trozo de tierra en Italia para su sobrino el duque de Parma Fernando I de Borbón-Parma. Pero además España entregaba a Francia seis navíos de guerra de 74 cañones que casi eran una flota; eran el Intrépido, Conquistador, Pelayo, San Genaro, Atlante y San Antonio.De este acuerdo no tenía ni idea el propio Godoy con lo cual es probable que Manuel Juan Salcedo no supiera demasiado del asunto.
Claro, cuando uno observa el acuerdo cuesta ver cuáles eran las ventajas para España, salvo las que creía obtener el propio rey. Algunos decían que de este modo España ponía a Francia como tapón en el oeste americano para que los Estados Unidos no accedieran a las minas de plata del norte de México, pero eso se comprobó que no era más que una patraña.
Salcedo llegó a Nueva Orleáns en julio de 1801 pero en marzo ya se había hecho pública y efectiva la cesión a Francia mediante el tratado de Aranjuez que esta vez sí, firmó Manuel Godoy y Luciano Bonaparte. Durante esos dos años desde su designación hasta su llegada ocupó el puesto el cubano Sebastián Calvo de la Puerta y O'Farril y su papel se limitó a ordenar e inventariar la cesión. Se mantuvo en el cargo hasta el 30 de noviembre de 1803, convirtiéndose en el último gobernador de La Luisiana Española.
Pero lo peor estaba por venir. Napoleón Bonaparte, con el desconocimiento español de este hecho, vende la Luisiana a los EEUU en 1803 por 80 millones de francos, unos 15 millones de dólares, algo que el tratado no contemplaba. España, humillada, no reacciona y un mes después de la cesión a Francia, esta región pasa a manos estadounidenses el 20 de diciembre de 1803. Me imagino la cara de Salcedo, viendo semejante despropósito. Supongo que su experiencia como peón de un juego que no conocía le dejaría algo abatido. Pero en fin, con Carlos IV y Napoleón ya se sabe lo que había. Lástima que no recordemos más a Salcedo.
Carlos Cólogan Soriano. Febrero 2020