“Pater Eusebio”
Eusebio era natural de Albuñol en Granada. Desde que sintió su vocación de servicio a Dios solo deseaba hacerlo ayudando a los más pobres. Cuando tenía dieciocho años su tutor le explicó que ir a las Indias le permitiría desarrollarse plenamente y estar en comunión con Dios.
Desde Albuñol y con tan solo una bolsa de viaje se embarcó desde la costa de Granada hacia Cádiz donde halló a otros muchos jóvenes sacerdotes que tomaban el mismo camino hacia America.
La compañía de Jesús reclutaba a jóvenes por toda la península para establecer misiones en el norte de Nueva España. Allí enseñarían la fe cristiana a los indios, de quienes El padre Eusebio jamás había oído nada.
El Santa Eulalia partió hacia La Habana y tras 64 días de tormento amarraron en la bahía. La perla del Caribe le dejó extasiado, la luz, los colores, las mujeres, la alegría y la agitación de aquella ciudad le impactaron pero prefirió refugiarse en su colegio.
Una semana después partieron en un bergantín hacia Veracruz y al llegar vio que la cosa ya no era igual. Soldados, misioneros e indígenas se mezclaban y la violencia de la ciudad le atemorizó durante días.
Dos días después, escoltados por soldados de cuera iniciaron una travesía que les llevó hasta Mexico pero tras verse con el obispo y jurar su obediencia a este y al virrey Cruillas siguieron su camino hasta las remotas y desérticas tierras del norte.
Tres días después dejó de ver españoles y nativos mexicanos y se solo sentía observado por unos indios que les seguían dispuestos a cualquier cosa, al menos eso pensaba el.Allí oyó las terribles historias de matanzas a manos de apaches pero trató de apartar esos pensamiento considerando que eran tonterías inventadas.
Un mes después llegaron a la misión de San Pedro, dentro de lo que ahora es Arizona. Allí convivió con las tribus Pima y aprendió de ellos su idioma y costumbres. Tres años después ya les había dado a conocer el evangelio y le sorprendió la facilidad con la que aprendían el español también les enseñó cómo sacar frutos de la tierra y a domesticar ganado. Solo tras esas enseñanzas ellos le abrieron sus cultos, sus costumbres y sus secretos.
Eusebio, ya no llevaba el hábito jesuita y a la vista de los soldados españoles parecía un indio más. Una noche los jefes de la tribu se le acercaron y le señalaron la cruz de oro de su pecho y luego le señalaron a las montañas.
El no entendía que tenía que ver una cosa y la otra, pero insistieron mucho y él se dejó llevar cerciorándose antes de que ningún soldado lo advirtiera. Tras dos hora de caminata nocturna llegaron a un alta loma con un agreste monolito al que esperaba no tener que subir. Pero no hizo falta, bordeándolo vio como los indios entraban por una hendidura de no más de medio metro de ancho y dos de alto.
Entonces encendieron las antorchas y Eusebio divisó las fantasmagóricas paredes de la sima. Bajaron una decena de metros y vio como refulgían los cascos y las corazas metálicos de los esqueletos. Los reconoció, eran españoles y sus huesos debían llevar allí más de doscientos años. A su alrededor habían tiradas cientos de monedas de oro que los indios ignoraban.
Eusebio se quedó mudo y miró a los jefes, de repente le empezaron a hablar en un español muy antiguo que casi no reconocía, parecía manchego pero con palabras en desuso. Entonces uno de ellos se abrió la chaqueta y le mostró una vieja cruz. Y le dijo, “es tu Dios y el nuestro”.
Esa noche Eusebio regreso a la misión pero no viene metros de ella vio que un destacamento ponía grilletes a sus compañeros. La violencia se adueñaba de la misión y el fuego devoraba las escuelas y la biblioteca. Cuando quiso entrar el jefe de la tribu le agarró y le dijo que no lo hiciera y se refugió en el poblado.
Al día siguiente regreso a la humeante y saqueada misión. Solo quedaban varios indios y unos pocos soldados antiguos. Les preguntó que pasaban y ellos le dijeron que eran órdenes del rey, los jesuitas debían salir de las Indias.
Era marzo de 1768 y Eusebio volvió con los Pima que le trataron durante años como a uno de ellos. Allí vivió hasta 1780 asesinado a manos de soldados españoles que le tomaron por indio. Durante aquel tiempo jamas tocó un real de aquella cueva pero si que leyó los documentos que allí se guardaban..., eran soldados, soldados de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca.