¿A que cuesta pensar que en las Islas Canarias el cultivo de moreras y morales y el hilado de la seda fuera una fuente de ingresos vital para muchas familias? Pues sí, así fue, y lo hacíamos relativamente bien, pero de una forma muy artesanal. Los textiles de seda eran muy apreciados y demandados en las Indias y la producción local tenía mucha salida, sobre todo en Venezuela. Las comarcas del norte se alternaban con viñas, frutales, también algo de tabaco y muchas moreras y morales. Decía el cronista Lope Antonio de la Guerra y Peña sobre este negocio.
“Este ramo de las sedas es uno de los que principalmente se debe procurar adelantar, pues ya se coge porción en esta Isla y se va adelantando el plantío de Moreras y Morales, y si toda se fabricase en ella, fuera muy útil para su consumo, y para el Comercio de Indias, pues el hacerlo manufacturadas de fuera poca utilidad nos deja, y el Lugar de Ycod, en que ha avido mayor aplicación a la fábrica de sedas, es de los más florecientes. Aunque ya se havía traído algún telar para texer medias, como no ha havido quien lo supiera usar era inútil, y lo sensible es que haviendo tan buena proporción no hay Padres que apliquen a sus hijos a prender”.
Los barcos que unían La Guaira con el Puerto de La Cruz, transportaban manufacturas de seda como tafetanes (búscalo en wikipedia) y anascotes de la Palma, medias de seda, bolsitos de seda, seda torcida, ligas de seda acompañado por aguardientes y algo de vino. En su viaje de regreso esta fragata llamada Corazón de Jesús, capitán Manuel Monfiotty y su maestre Diego Falcón, muy conocidos para todos en Tenerife traían sus bodegas llenas con sacas de cacao que se vendía en Tenerife y las restantes islas y, si sobraba, se llevaba el resto al mercado de Cádiz.
La conexión de Tenerife con Venezuela, en el siglo XVIII se mantenía con cinco o seis barcos mercantes como este, y anualmente cada uno de ellos hacían dos o tres viajes que acercaron mentalmente Venezuela a nuestra isla. También se embarcaban en aquellos barcos emigrantes masculinos sin más dinero que los textiles que les aportaban los comerciantes de la isla (a modo de préstamo), y que, tras venderlos, pagaban el coste del viaje y les permitía iniciar una vida en la “octava isla” y si la cosa iba bien luego iban detrás sus familias. Muchos de ellos, los más espabilados, abrieron más mercado para otros productos y así se ensanchó la relación entre Venezuela y las Islas Canarias. Si bien este relato corresponde a 1774, lo podrías ver igual un siglo antes, en fin, la historia con Venezuela es muy, muy antigua.