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LA EPIDEMIA DE FIEBRE AMARILLA DE NUEVA YORK LLEGA A TENERIFE EN 1802

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Los que se interesan y tienen cierta curiosidad por la historia saben que los hechos se repiten una y otra vez, machaconamente.

Si el 2020 será recordado por el COVID, hace más de doscientos años en las Islas Canarias vivíamos en guardia permanente ante las epidemias que se desataban recurrentemente en Europa o América porque sabían que más pronto que tarde algún barco las traería a aquí.

Nueva York se había contagiado en 1795 y un historiador dijo: “Cuando un barco atracó en Nueva York ese julio con casos de fiebre amarilla, los comerciantes de Nueva York no estaban dispuestos a admitir que era un problema , ya que incluso el rumor de una enfermedad podría afectar el comercio. En la correspondencia que ahora se encuentra en la Sociedad Histórica de Nueva York, el comerciante Isaac Hicks escribió que la mayoría de los comerciantes “están dispuestos a que [el barco] entrara en Nueva York para que la enfermedad no atasque el negocio y que permita que su cargamento se venda."
En ese año de 1792 el mando de las Islas Canarias lo ostentaba el comandante general José de Perlasca, sustituto del querido Antonio Gutiérrez.
Por entonces, el fluido intercambio de barcos entre Tenerife y Nueva York de vinos por duelas para pipas, causaba un gran temor a que se contagiara la isla de fiebre amarilla. Los certificados sanitarios, como las pruebas PCR actuales eran lo único admitido para permitir fondear a un navío y si no se traía se iba directamente a la cuarentena.
Fíjense como el Comandante, una autoridad incontestable, ordenaba que se cumpliera con las normas a un comerciante de Tenerife.
"Muy Sr. Mío:
Como Nueva York, es uno de los puntos en que ha hecho mayores estragos la fiebre Amarilla, exige el importante interés de la Salud Pública que se proceda con la maior circunspección con los Buques que vienen de aquella parte: pues atendiendo a que la Fragata Americana, de que Vuestra Merced me habla en su carta de ayer, trae Carta de Salud y que en su tripulación no hay novedad; he dispuesto que solo haga la quarentena de diez días, que es lo único que cabe no sobreviniendo otro motivo; pues en asuntos de Sanidad no es posible el arbitrio como deseo tenerlo en quanto pueda complacer a Vuestra Merced, cuya vida ruego a Dios que muchos años guarde.
Santa Cruz de Santiago, 8 de febrero de 1802"
Conclusión. Cuando hay un mando único y normas que se aplican a rajatabla las crisis epidémicas se atajan, primero con información y luego con determinación .



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