Tras una escala en La Orotava un navío inglés capitaneado por el capitán William James, se trasladó a Lanzarote con la firme intención de cargar camellos, algo nada sencillo por la valía de estos animales. Iba recomendado desde Tenerife por Juan Cólogan que escribió a su correspondiente en aquella isla, Andrés Lorenzo Curbelo que se encargaba de la gestión. Este tras finalizar el cargamento le informó de lo que sucedió.
Muy señor mío. Recibida estimada de Vmd. que me entregó mi compadre Dn. Diego, y en su vista procuré poner los medios, que me parecieron necesarios para el embarco de camellos, y se consiguieron embarcar diez y ocho, con dos camellitas pequeñas, y asimismo se embarcaron en los 16 dos camellos mui buenos que por complacer a Vmd. siempre que las dejasen sacar, porque en las hembras está la mayor dificultad.
En orden aprecio y otros costos lleva una memoria mi compadre Dn. Diego que el dicho mi compadre Dn. Manuel y ío, nos personamos para que se hiciese alguna rebaja en los camellos, y por esto, y su embarco algunos vecinos, se quisieron oponer y que Dn. Diego dirá lo que pasó en este asunto y en lo demás.
De la pedida de visitas del Navío, resultó que había sido descubierto que venía del Puerto de la Orotava y el Gobernador de esta Ysla hizo “cabeza de proceso” al capitán por lo que me fue preciso empeñarme para que no le diese quentas al Sr. General y pagara las costas, que constan de la memoria antedicha.
Por lo que mira de la instrucción que demostró dicho mi compadre Dn. Diego, le he comunicado con los de Vmd. y todos son de temer no se puede de manera la pretensión de Vmd. respecto a la cantidad de cabezas, que Vmd. dice por el término de seis años, y lo otro porque cada vezino lo mas que tiene son cuatro o seis reses, y estos, llegada que sea la oportunidad de vender alguno que [escogen] los querrán vender, y puestos en una mano si los quiere comprar en llegando la ocasión del embarco se le opondrán, y no los dejarán embarcar, por haber logrado ya su dinero, y esto solo pudiera tener subsistencia si en el embarco no fuera embozado y hubiese libertad de comercio de estos animales más [constante].
Si Vmd. dispusiese el querer volver a sacar algunos me lo avisará en tiempo, para, aunque sea admitiendo a este o aquel vecino, y comparando camellos, el que en llegando el embarco, han de decir que son suyos: y pagárselos, según los juntaren y el tiempo diese lugar, que de todo puede dar razón mi compadre Dn. Diego, de lo que ha pasado, en esta razón y como ven, el empeño que ay en la “saca de camellos”, y las noticias, que han adquirido del valor que tienen a donde los llevan les ha dado codicia (y en especial) a los Sres., que comandan estas Yslas para procurar ser preferidos ellos y sus ahijados, y como dependen del disimulo de ellos, por que son los que pueden levantarlos y conceder a otros, no se puede menos en este negocio, que indultarse con ellos, todo lo expresivo tenga Vmd. presente para su negocio.
El Alcalde Mayor no quiso el paño, y se le dieron “por el disimulo” (por hacer la vista gorda) 50 pesos al Gobernador de Armas. Se le dio el paño y 60 pesos por que en el Navío salió de aquí se indultó al Alcalde en 100 pesos y al Gobernador en 200 pesos y al guarda en 30 pesos.
Al capitán le costó doce largos días de gestiones y mil impedimentos subirlos al navío que seguramente llevaría al Caribe. El camello que vino desde el continente africano, se propagó por los dominios españoles desde las Islas Canarias en un comercio muy lucrativo (para algunos).