Hasta el más famoso de los marinos necesita nutrirse de buenos y frescos alimentos para acometer una larga travesía y el capitán William Bligh no era una excepción. El 23 de diciembre de 1787 partió del puerto de Spithead, en Inglaterra la fragata HMS Bounty de doscientas quince toneladas y tripulada por cuarenta y seis hombres. Su misión es muy conocida, trasladar hasta las Antillas en el Caribe, el árbol del pan (Bread Fruit), que crecía profusamente en el archipiélago de Tahití en el Pacífico, y procurar así un alimento barato para los esclavos caribeños. El capitán había aceptado la propuesta de la Royal Society of Londonque daba un generoso premio a quien lograra trasplantar el Árbol del Pan. Esa sociedad estaba dirigida desde 1778 por Josephs Banks, ilustre naturalista y botánico pero con alma de explorador, quien además había viajado junto al legendario James Cook en su primer gran viaje (1768-1771) y que mantenía una cercana amistad con los comerciantes de las Islas Canarias.
El capitán William Bligh era un hombre culto muy influido por las corrientes de pensamiento de finales del XVIII además de ser un marino de singular eficacia. Esas cualidades ya las había adquirido en 1776, cuando acompañó al capitán Cook como guardia marina en el HMSResolutionen su tercer viaje al Pacífico. En la Bounty el capitán viajaba acompañado del segundo oficial Christian Fletcher, y completando la expedición estaba el botánico David Nelson quien también había participado de los anteriores viajes de Cook junto a su dispuesto ayudante William Brown. Ambos recomendados por Banks y encargados del objeto científico de la misión.
La ruta emprendida debía discurrir desde el norte al sur el océano Atlántico para luego cruzar por el Cabo de Hornos hacia el océano Pacífico. Esa larga travesía requería de varias escalas donde aprovisionarse de agua y de alimentos frescos que mantuvieran a la numerosa tripulación. Tras doce días de navegación la fragata arribó al puerto de Santa Cruz de Tenerife en las Islas Canarias, la primera escala. El propio Bligh lo relata en su diario publicado en Londres en 1790, con el título A Voyage to the South Sea undertaken by command of his Majestic for the purpose of conveyin the bread-fruit tree to the West Indies
Sábado 5 de enero de 1788. Santa Cruz de Tenerife.
….al día siguiente, a las nueve de la mañana, divisamos la isla de Tenerife, teniéndola a alrededor de doce leguas de distancia y orientada al oeste medio oeste-suroeste. Estaba cubierta con una espesa niebla, excepto la parte norte-occidental que muestra un promontorio notable, que se asemeja la cabeza de un caballo, distinguiéndose las orejas. Al este de esta cabeza se encuentran dos piedras redondas que corresponden al límite norte de Tenerife. Tuve una buena observación al mediodía por el que establecimos la latitud de las dos rocas en 28 grados 44 minutos norte y su longitud por nuestro cronometrador de 16 grados 5 minutos al oeste. Hacia el sur de estas rocas y cerca de la orilla hay una roca muy alta: cerca de cuatro leguas más al sur la costa se inclina hacia el oeste hacia la carretera de Santa Cruz, donde anclamos a las nueve y media de la mañana del domingo con veinticinco brazas de agua, y amarrados a lo largo de la costa en la misma profundidad, con la torre de la cúpula de la iglesia de San Francisco mitad oeste teniendo una milla al norte, la parte este de la carretera al este por el norte, el castillo en el sur de punto al sur-oeste, y la parte oeste del Gran Canaria al sur-sureste.
Junto a nosotros estaba fondeado un paquebote de español que partía hacia Coruña, un bergantín americano, y varios buques. Tan pronto como el barco estaba anclado envié a un funcionario (Sr. Christian Fletcher) para atender al gobernador y darle a conocer que debía obtener refrescos y la necesidad de reparar los daños que había sufrido el mal tiempo. Para todo ello obtuve una respuesta muy amable del gobernador, que nos suministrará todo lo que se ofrece en la isla. Dirigí también al oficial para expresarle mis saludos que espero los tendrá en cuenta, llevando el mismo número de armas que espero que retornen pero, como he recibido una respuesta extraordinaria a esta parte de mi mensaje, espero que su excelencia nos devuelva el mismo número, pues entre personas iguales en rango este acto es esperable. Durante este intervalo el Capitán del Puerto (Sr. Adams) nos visitó y poco después varios oficiales en nombre del gobernador subieron a bordo para felicitarme por mi llegada. Posteriormente tan pronto amarramos el barco fui a tierra y le presenté mis respetos.
Lunes 7.
El lunes por la mañana, con la mayor brevedad, se iniciaron los negocios del buque, y se dieron las instrucciones necesarias a los señores Cólogan e Hixos, los contratistas, para los suministros que yo quería. También el gobernador nos permitió que el Sr. Nelson alcanzara las montañas y examinará el entorno en busca de plantas y de curiosidades naturales.
Como había una gran marejada en la costa esperaba a que todo lo que quería fuera llevado al barco por medio de las barcazas de suministros, acordándose pagar cinco chelines por tonelada de agua. Compramos un muy buen vino a diez libras la pipa, según el precio del contrato, pero había uno de calidad superior que estaba a quince libras, algunos de los cuales no eran inferiores en calidad a los mejores de Madeira que se encuentran en Londres. He encontrado que esta temporada ha sido muy desfavorable para otros alimentos como el maíz, papas, calabazas y cebollas, pues la cosecha fue muy escasa y al doble del precio de lo que se paga en temporada de verano. La carne de vacuno también era difícil de adquirir y muy pobres en extremo, el precio era de cerca de seis peniques centavo por libra. El maíz estaba a tres dólares corrientes por fanega, que son como a cinco chelines por bushel, y las galletas a veinticinco chelines por cien libras. Las aves de corral eran tan escasas que un buen pollo costaba tres chelines. Por ello este puerto no es un buen lugar para los buques que esperan suministros a un precio razonable en esta época del año, con excepción del vino, por otra, de marzo a noviembre, los suministros son abundantes, en particular las frutas, de los cuales en este momento no podríamos adquirir alguna, salvo unos pocos higos secos y algunas malas naranjas.
Del aprovisionamiento de agua, vinos y otros víveres, dejó constancia Joseph Banks en la contabilidad de la Royal Society. Anotó en la cuenta de gastos del viaje una factura de la empresa Juan Cólogan e Hixosremitida por Tomás Cólogan Valois a Londres. Esta empresa, tenía en aquellos años su propias oficinas comerciales en el Támesis y de hecho el hermano menor de Tomás, de nombre Juan era quien tenía una gran amistad con Banks, a quien enviaba muchas especies botánicas de las Islas Canarias.
Durante nuestra estancia, teníamos vientos del norteste y calma con una fina llovizna durante la noche. El termómetro marcaba de 66 a 69 grados al mediodía en la sombra. Yo no podía hacer observaciones lunares a esa longitud, pero con la ayuda del cronometrador he calculado la situación de la ciudad de Santa Cruz a 28 grados 28 minutos latitud norte y 16 grados 18 minutos longitud oeste. He observado la variación por dos compases a 20 grados al oeste un minuto: esta cantidad supera lo que yo hubiera podido imaginar, pues en 1776 lo observé a sólo 14 grados 40 minutos oeste, una diferencia de más de cinco grados en once años, y me hace reflexionar sobre la incertidumbre de obtener la desviación exacta del polo magnético, y por supuesto su variación anual que no puede ser determinado con precisión a menos que las observaciones se realizan siempre en el mismo lugar y con el mismo compás.
Tenerife, aunque considerablemente alejada del trópico, está casi en los límites de los vientos alisios que los navegantes en general emplean dirigirse desde el este. Santa Cruz se encuentra en el lado este de la isla, al final de una cadena de montañas rocosas, estériles y muy altas, pudiendo usted navegar hacia el oeste por el sur con la brújula en el camino, con un mar insondable incluso cerca de la orilla. El fondeadero se encuentra a partir de una profundidad de cincuenta brazas hasta veinte, e incluso quince. El fondo es muy fuerte y da poco tiempo para que resuene el ancla, por lo que debe hacerse efectivamente con una pesa, o un buque estará demasiado cerca del fondo antes de que sea consciente de ello: engañando en parte debido a la gran altura de las cumbres adyacentes. Para evitar estas dificultades, es necesario observar que, si bien la ciudad que se encuentra a cierta distancia al sur (del fondeadero) está abierta con el castillo situado en la parte sur de la carretera, y aunque puede parecer cerca de la orilla, no hay ningún anclaje. Al oeste o suroeste está la iglesia y el punto sur a la mitad por carretera al sur-suroeste es una buena situación para el anclaje pues la profundidad es de veinticinco brazas. La distancia de la costa será de tres cuartos de milla, y la tierra más austral que se puede ver a continuación, será medio o un cuarto de punto de la brújula mucho más lejos de la punta sur de la carretera.
El fondo es de barro negro y suave, con algunos parches de rocas, por esa razón los buques se encuentran aquí mucho tiempo boya de sus cables. Esta medida de precaución, además de ser útil a este particular, hace que partir sea más fácil cuando hay mar muy puesta, que, con el viento de sur-este o de sur-oeste, tiene que ser muy considerable; por lo que es habitual amarrar con cuatro anclas, aunque más de dos escasean cada vez de uso. Amarrar sin embargo, es recomendable si un buque sólo permanece veinticuatro horas, y será mejor pues los cables pueden mantenerte separado de la tierra.
El desembarco en una playa es casi imposible con nuestros propios barcos, o por lo menos, sin un gran riesgo, pero hay un embarcadero en el que la gente puede atracar sin dificultad y si es que no hay mucho oleaje. A este muelle el agua potable se transporta por tuberías para uso del transporte marítimo, y por la cual todos los barcos mercantes pagamos.
….me han informado que el número de habitantes de la isla se estima entre ochenta y cien mil. Sus exportaciones anuales de vino ascienden a veinte mil pipas y la mitad de esa cantidad es de brandy. Los buques que llegan aquí vienen con frecuencia desde St. Eustatia, y de allí una gran cantidad de vino de Tenerife se lleva a los diferentes puertos de las Indias Occidentales, bajo el nombre de Madeira.
Tenerife se considera de más valor que todas las otras Islas Canarias: los habitantes sin embargo, en las temporadas de escasez, reciben suministros de Gran Canaria, pero sus viñedos aquí se dice que son muy superiores. Su producción de maíz, aunque de buena calidad, no es suficiente para su consumo, y debido a esto, los americanos tienen un trato ventajoso aquí para la harina y el grano, tomando eso sí, vino a cambio. La ciudad de Santa Cruz tiene aproximadamente un kilómetro de extensión en cada sentido, construida de forma regular, y las casas son en general amplias y aireadas, pero las calles están muy mal pavimentadas. Me han dicho que están sometidos a algunas enfermedades, pero son los ataques de epidemia de moquillo los que traen las consecuencias más fatales, especialmente la viruela, que ahora tratar de contrarrestar mediante la inoculación. Por esta razón son muy perspicaces admitiendo solo a buques que dispongan de un certificado sanitario.
Una corbeta proveniente de Londres, llamada The Chance, con su capitán William Meridith, con destino a Barbados, a diecinueve días de navegación de Downs, entró en puerto un día antes de nosotros salir. Ellos sufrieron mucho por el mal tiempo pero, por no haber aportado el certificado sanitario, el gobernador no permitió a persona alguna a bajar a tierra a menos que yo diera fe de que ya no había la epidemia que hacía estragos en Inglaterra en el momento en que este salió, y en el tiempo que coincidimos tuvieron permiso del gobernador para recibir los suministros que querían, pero sin estar obligados a realizar la cuarentena.
Después de haber terminado nuestros negocios en Tenerife el jueves 10 navegamos con el viento al sur-este, nuestro barco está todo en buen estado de salud y disponemos de bebidas espirituosas. Ahora he dividido a la tripulación en tres turnos, y le di la responsabilidad del tercero al Sr. Fletcher Christian, uno de los compañeros. Siempre he considerado el reglamento algo muy deseable cuando las circunstancias admiten muchas interpretaciones, y estoy convencido de que el descanso ininterrumpido no sólo contribuye mucho a la salud de la compañía de un barco, sino que permite más fácilmente esforzarse en casos de emergencia repentina.
Tras partir de Tenerife el 10 de enero la Bounty puso rumbo hacia Tahití donde debía recoger los brotes del árbol del pan. Después de sufrir terribles tempestades y tras intentar durante treinta días cruzar el cabo de Hornos, al sur de América, Bligh dio media vuelta y finalmente optó por la ruta más larga hacia el este. Esta vez viajando por el sur de África, luego navegando por el sur de Australia, para después de diez meses de agotador viaje alcanzar la bahía de Matavai en Tahití el 26 de octubre de 1788.
A los veinticuatro días de la partida de la Bounty de Tahiti, en el amanecer del 28 de abril de 1789 Fletcher Christian se apoderó del buque con la ayuda de ocho miembros de la tripulación. Se iniciaba el motín que desembocó en que Bligh y varios de los oficiales y marineros fueran puestos en un bote y abandonados a su suerte. En esa pequeña embarcación de ocho metros de eslora Bligh realizó una de las mayores proezas marítimas hasta hoy conocidas, pues llegó en cuarenta y dos días hasta Timor en Indonesia, a casi seis mil kilómetros de distancia. Desde allí dio la alerta al almirantazgo británico, y para no dejar impune un motín, la marina británica fletó un buque militar con 24 cañones, con la orden exclusiva de buscar a los amotinados en el Pacífico Sur: el Pandora. Bligh llegó a Inglaterra donde fue juzgado en corte marcial por la pérdida de su barco, y finalmente absuelto.
Años después, con el fin de dar término a su misión, regresó para transportar el fruto del pan de Tahití al Caribe, ¡pero al final los esclavos no quisieron comerlo...!, Bligh y su carácter irascible provocó dos motines más: el primero a bordo del navío Director, y más tarde como comandante de un cuerpo del ejército británico en Australia. En ambas ocasiones fue absuelto en corte marcial.
Pero de Tenerife no debió tener un mal recuerdo, al contrario, volvió tres años más tarde, el 28 de agosto de 1791, a bordo del HMS Providence, para ser atendido nuevamente por la misma casa comercial en Santa Cruz. Al igual que se hiciera con la Bounty en 1788, en Tenerife cargó nuevamente mucho vino, agua, carnes y frutas. Seguro que con esos manjares apaciguaron, al menos durante algún tiempo, los ánimos para amotinarse de nuevo.
Carlos Cólogan Soriano. 2014.
Escrito para Turismo Tenerife. World Travel Market. 2014.