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Matías de Gálvez, el virrey labrador

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Recuerdo que, hace ya varios años leyendo los Anales del Puerto de la Cruz de la Orotava, dondesu autor, el más destacado cronista de Tenerife del siglo XVIII, José Agustín Álvarez Rixo, apuntaba sobre lo sucedido en aquel año de 1774:
….hemos tenido ocasión de nombrar en estos Anales al Administrador de esta Real Aduana don Mathías Gálvez y Gallardo. Este señor se ausentó ahora para la Península, de donde era natural, y con el tiempo llegó a servir grandes cargos de la monarquía, según queda ya indicado, siendo lástima que en Tenerife no se hubiesen sabido aprovechar del buen afecto que conservó a la Isla, principalmente a este Puerto de la Cruz donde tantos años vivió en pública estimación.
Rixo no se equivocó ni un ápice en su afirmación pues es cierto que desde que don Matías de Gálvez y Gallardo abandonó definitivamente Tenerife en 1778 para comenzar sus hazañas militares en Honduras y Guatemala, las autoridades de las islas iban siendo conscientes de que aquel hombre estaba llamado a alcanzar grandes logros y ellos habían perdido a un gran valedor ante la lejana corte de Carlos III.

Matías había llegado a Tenerife en 1757 cuando contaba con 47 años de edad, una persona relativamente joven pero bastante madura para su tiempo. Venía acompañado de su mujer y de su hijo Bernardo que por entonces tenía solo once años. Había quedado viudo de su primera mujer, Josefa Gallardo Ortega con quien había tenido dos hijos varones. El primero de ellos Bernardo, nació en julio de 1746 y el segundo, de nombre José, nació dos años después, en 1748. Su mujer fallecería unos días después del parto y como consecuencia del mismo.
En agosto de 1750, contrajo su segundo matrimonio con Ana de Zayas y Ramos. La ceremonia se celebró en la villa de Iznate, situada también en la zona de la Axarquía, y a escasos kilómetros al este de Macharaviaya. Según relata don Matías en su testamento de Tenerife de 1775, de este segundo matrimonio tuvieron tres niños que fallecieron todos muy pequeños. La última de las desgracias le sucedió a Matías en Madrid en 1756 con el fallecimiento de su segundo hijo, José. Lamentablemente los padecimientos de Matías no cesaban, como también le sucedía de forma paralela a su hermano José que también quedó viudo y perdía a su primera hija.
Ya establecido en Tenerife se hizo cargo de la administración de una hacienda perteneciente al mayorazgo de la Gorvorana en El Realejo en el Valle de La Orotava. La hacienda había sido construida por el capitán Francisco Gorvalán quien acompañó al Adelantado Alonso Fernández de Lugo en la conquista de las Islas Canarias. Gorvalán puso esas tierras en cultivo y en medio de ellas edificó una hermosa casona. Era la hacienda, estaba  considerada como la más rentable y mejor dotada de aguas de riego de la comarca del Realejo de Arriba durante el siglo XVIII. El mayorazgo de la Gorvorana, pertenecía al linaje de los López de Vergara y Grimón y perteneció a los marqueses de Acialcázar, para luego pasar a los marqueses de Breña y Mejorada.
Durante años trabajó esa enorme finca y produjo ingentes cantidades de vino que comercializaba a través de su amigo Juan Cólogan Blanco. Desde el principio trabaron una gran amistad pues eran de talantes parecidos. Además los hijos de Juan, de nombre: Tomás, Juan y Bernardo Cólogan Valois, eran de edades próximas a la de Bernardo de Gálvez.

El joven Bernardo residió en Tenerife desde 1757 hasta 1762 y muchas jornadas debieron pasar juntas ambas familias, pues sus casas distaban escasos ocho kilómetros. La de los Cólogan en el Puerto de la Cruz, La Gorvorana, en el Realejo. De los hijos de Juan Cólogan, fue con su tocayo Bernardo Cólogan Valois, con quien más relación mantuvo Bernardo de Gálvez; de hecho, se escribieron hasta los últimos años de su vida. Cólogan, un adelantado a su época, de carácter inquieto e intelectualmente muy bien preparado mantuvo a lo largo de su vida, una estrecha relación con Don Matías y con su hijo, de hecho todos ellos pertenecieron a la Real Sociedad de Amigos del País de Tenerife, a la cual se accedían precisamente por esa cualidad.
Así llegó don Matías a la isla, como un mero administrador de una finca, pero, poco a poco, se fue convirtiendo en Tenerife en una figura destacada.
En la década de los sesenta y setenta, su amigo Juan Cólogan exportaba grandes cantidades de vinos a Europa y comenzaba a plantear una estrategia comercial más agresiva de cara a ampliar sus ventas. Por aquel entonces, el comercio con Inglaterra estaba algo decaído y decide probar fortuna en la América inglesa. Dado que los españoles no tenían acceso a esos mercados pues las leyes de navegación británicas nos lo prohibían, decidió que había que hacer algo más atrevido, hacer pasar el vino canario como un aparente vino portugués. Para ello se presentaban varias alternativas. Una era fingir una salida desde Gibraltar y la segunda hacerlo desde el archipiélago de Madeira o de las Azores mediante la realización de una escala para descargar una parte de la carga o simplemente falsear las licencias de embarque. Luego se proseguía la travesía hacia Norteamérica como si fuera un vino portugués. Esos caldos pasaron a la historia como los falsos madeirasy, seguramente, esas circunstancias las conocía perfectamente don Matías pues sus vinos de la Gorvorana terminaban en las bodegas de Juan Cólogan en el Puerto de La Cruz.
En 1768, don Matías seguía ocupándose de la finca pero dicen, que queriendo agasajar al rey Carlos III, construyó con los impuestos de la Real Aduana el fortín de San Carlos.
En 1771 don Matías fue designado administrador de la Real Aduana del citado Puerto de la Cruz, el principal puerto de salida de la producción de vinos de la isla de Tenerife y el único puerto junto al de Santa Cruz para la exportación a América. Ese año falleció Juan Cólogan y tomó las riendas del negocio su hijo Tomás quien, en sociedad con su hermano Bernardo constituyeron la empresa Juan Cólogan e Hixos en honor a su difunto padre. Evidentemente antes Juan y ahora su hijo Tomás se beneficiaron como exportadores por su elección sino es que incluso tuvieron incluso algo que ver en su nombramiento. En este instante don Matías ya no era aquel labriego que dejó Málaga, pues se le encomendaba el cargo de Administrador de Aduanas, un puesto de mucha más responsabilidad.
En noviembre de 1774 don Matías dejó temporalmente Tenerife y posiblemente regresó a Málaga yposiblemente pasó por Madrid. A su vuelta a la isla se encontró con que había llegado a la Isla el nuevo comandante general, el marqués de Tavalosos, un duro contrincante. Su llegada se produjo el 11 de diciembre de 1775, es decir, estuvo más de un año en la península y regresó acompañado de su mujer y de dos sobrinos, un chico y una chica. Esta mención a los sobrinos es del cronista Lope Antonio de la Guerra si bien no menciona si éstos sobrinos eran por parte de su  familia Gálvez o bien de la familia de su mujer. Don Matías llegaba en esta segunda estancia con más familia dando por hecho que su estancia en Tenerife se iba a prolongar por muchos años.
Desembarcó en el puerto de Santa Cruz portando un mandato como Teniente Coronel del castillo de Paso Alto, una de las plazas más importantes de la isla pues estaba en la misma capital y donde tenía su base una de las compañías de artilleros más relevantes. También, para refrendar que no tenía intención de irse, plantó en su finca del Realejo nuevos sarmientos traídos de la Península.  Es curioso que se trajera un telar de medias, del que Lope Antonio de la Guerra afirmó que fue el primero en entrar en la isla de Tenerife y que luego desarrolló Bernardo Cólogan con maestros sederos venidos desde Málaga.
Pero poco le iba a durar su dedicación al cultivo de la vid y sus nuevas inquietudes por los telares de los cuales eran muy expertos en Málaga. El 8 de enero de 1777 llegó a Tenerife la nao del capitán Jean François Lodieu, que esta vez traía a su hermano Antonio para desempeñarse con el empleo de administrador de la Renta del Tabaco, cesando don Matías que lo había sido hasta entonces. Tras esta renuncia quedó únicamente con los puestos de Teniente del Rey y subinspector de milicias. Las Islas Canarias tenían ahora como comandante general al mariscal de campo el marqués de Tavalosos y de segundo comandante al teniente coronel Matías de Gálvez.
Pero, además de esa novedad lo más relevante era que en ese buque llegaba un oficial con veinte soldados con la intención de reclutar tropas para La Habana y esa circunstancia habría de cambiar la plácida vida de don Matías en Tenerife. En aquellos meses su hijo Bernardo comandaba el Batallón Fijo de la Luisiana, mientras su hermano José, convertido en presidente del Consejo de Yndias, decide que su tiempo en las islas terminaba. Esto le ocasionó un gran desencuentro con Tavalosos que se oponía a la salida de tanta gente y acusaba a los miembros de la familia Gálvez de maniobrar a su favor.
Ese mismo año de 1777 se fundó la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife donde ingresa como socio conjuntamente con Bernardo Cólogan Valois y poco más iba a poder hacer don Matías, pues en los primeros meses de 1778 le llegaron órdenes para abandonar Tenerife. Dejaba atrás sus viñedos y su colaboración con los hijos de Juan Cólogan.
En fin, la vida civil se terminaba y comenzaba otra etapa dedicada a la  política y a la vida militar. Dejaba atrás sus viñedos y su colaboración con los hijos de Juan Cólogan, ahora sus pertenencias quedaban en Tenerife y muchas de ellas se las vendió a los hermanos quienes gestionaron por él sus cobros pendientes así como el abono de algunas deudas.
Lo que afirmaba Rixo se iba haciendo más evidente según pasaban los meses. Las Islas Canarias aparentemente no solo perdían a un gran hombre, sino a una potente familia que, en 1778, tenía a varios de sus miembros en tan altos cargos que harían palidecer al más reputado aristócrata de nuestro país. Su joven hijo, Bernardo de Gálvez, había sido nombrado gobernador de Luisiana y coronel del regimiento fijo que la guarnecía, puesto clave para el desarrollo de la Guerra de Independencia de los Estados. Pero además en la Corte también estaba José de Gálvez y Gallardo, su hermano mayor, que regía los destinos de las Indias. A ambos ahora se sumaba don Matías, con el cargo de presidente de la Real Audiencia y capitán general del Reino de Guatemala.
Don Matías, conociendo que se alejaba de España, hizo nuevamente un esfuerzo por ayudar a los canarios y solicitó a su hermano que en el nuevo decreto de liberalización del comercio con las indias se incluyera a las Islas Canarias, cosa que finalmente sucedió.
Gorvorana, 27 de marzo de 1778.
Dispensaronme esta mañana las Cartas de de España, con mis despachos de Segundo Comandante e Ynspector de los Cuerpos Militares del Reyno de Guatemala, a donde me debe conducir un Navío del Comercio de Honduras, que devia salir por el mes de febrero anterior (considere vuestra merced que prisa me debo dar) y haviendo gustado a la Señora todas piesas que le mande, pide otra piesa de Crea, dos de [olanbasita], dos de estopilla, dos sombreros para mi una para mi muger y otro más pequeño para Anica, todos negros y de lo mejor, otros dos de menos valor para [francisco] y el page, y ojala huviera una pieza de pañuelos de narices de tavaco.
En la exención de comercio libre a Buenos Aires y todo el Perú vienen incluidas nuestras  Yslas en la cédula que se me manda para que vea se tuvo presente mis suplicas…
Aquel don Matías se despedía, en abril de 1778, de su amada isla de Tenerife y de su hacienda de la Gorvorana. Compungido y triste por no poder irse con más calma, remitió varias cartas para dejar sus asuntos más o menos arreglados. El agradecido y amable don Matías escribió a su amigo Tomás Cólogan Valois con emoción, se iba el gran amigo de su padre y ahora suyo. Muchas veladas, muchas alegrías y sin sabores compartidos que habían estrechado la amistad entre ambas familias.
Señor don Tomás Cólogan
Santa Cruz 23 de abril de 1778
Amigo y Dueño:
Recibo la de vuestra merced de 28 del corriente supongamos despedidas y pasages de verdaderos amigos por que el tropel que tengo a cuestas y el desamparo de quien me alibie, me pone en la posición de no cumplir con nadie. Ya todos me conocen y solo diré a vuestra merced que veré si puedo entregar a Dn. Manuel Pimienta el importe de la quenta de los efectos últimos que vuestra merced me dio, que importan, según sus apuntes reales corrientes 1.860 y si faltare algo Dios me dará vida para pagarlos ya dexo a vuestra merced recomendado a mis hermanos y al rey su casa con motivo de la fábrica de sedas.
Yo no puedo decir más que a Dios mí amada Casa de Cólogan e hijos y disculpen con todo. A, somos 23 de abril de 1778.
Mathías de Gálvez.
Don Matías se fue a América para no volver jamás y, tras expulsar a los ingleses de las costas de Honduras y Guatemala, conocida como la Mosquitía, reconquistó la plaza y los castillos de Omoa y la Inmaculada en el río San Juan de Nicaragua que habían tomado los ingleses y, en marzo de 1782, les batió en la isla de Roatán, Río Tinto y demás puntos que usurpaban en aquel territorio hasta dejar libre de ingleses.  Por estas destacadas acciones de guerra, el rey Carlos III lo promovió al gobierno y capitanía general del virreinato de la Nueva España, con la presidencia de su Real Audiencia de la que se hizo cargo en 1783.
Pero su cargo fue efímero y en él le sustituyó su hijo, el gran Bernardo de Gálvez. Padre e hijo rigieron los destinos del inmenso reino de Nueva España, actual México, y como sólo es posible de cuando de un hombre educado y humilde se trata, surgió su hijo, el más grande militar que conoció España en el siglo XVIII. Sus gestas arrebatando los territorios a los ingleses permitieron que las trece colonias lograran con mucho menos esfuerzo la ansiada independencia de Inglaterra. Por esos hechos el Congreso Americano resolvió en 1783 que su cuadro se colgara de sus paredes y eso se consiguió, 231 años después, es decir el pasado martes 9 de diciembre. Para redondear aún más el merecido mérito, don Bernardo de Gálvez recibió la consideración de Ciudadano Honorario de los Estados Unidos, mención que solo han recibido siete personas en toda la historia de aquel país y que lo merecen por méritos excepcionales, como es el caso de personas de la talla de la Madre Teresa de Calcuta, Winston Churchill, William Penn o el marqués de Lafayette.
Pero volviendo al principio, debo reconocer que Tenerife no perdió tanto como pensó Rixo con la salida de don Matías; al contrario, está por descubrir la particular relación que mantuvo, tanto él como su hijo Bernardo, con nuestras islas hasta los últimos días de sus vidas. Por ello somos los isleños, como Don Bernardo nos denominaba, quienes debamos honrar la memoria de estos grandes hombres que marcaron la historia de España del siglo XVIII. Matías falleció en la ciudad de México, y su funeral  se ofició en la Catedral. Allí muchos le recordaron como el humilde Virrey Labrador, y solo ese apelativo, que le define, merece nuestro emotivo recuerdo.
Por todo esto es de justicia que el Puerto de la Cruz y el Realejo le recuerden con el busto que esta semana se colocará en la Real Casa de la Aduana y en la bella ermita de la Gorvorana.

Carlos Cólogan Soriano

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