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Siguiendo las pislas de mi tatarabuelo. Mi viaje a Kilkolgan, Irlanda

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No me gusta ser exhibicionista pero me voy a desnudar un poquito con esta historia, esta vez una mía.

Hace años me topé con una "sabana" en nuestros archivos que me mostraba la genealogía familiar. Era antigua y reflejaba un árbol genealógico desde mi primer antepasado que llegó a las islas en 1721 que se llamaba John Colgan White.

Era y es magnífico, en un color marrón oscuro de 1,00x0,60m. con una excelente caligrafía que el tiempo no ha desgastado. Sin embargo lo que captó mi atención es que el árbol avanzaba hacia atrás en el tiempo!, !de 1700 hacia ni se sabe!, !increíble!, un regalo para mi infinita curiosidad.

Estaba escrito en latín y retrocedía 18 generaciones reflejando cada matrimonio y el lugar donde vivieron en Irlanda, pueblo a pueblo, aldea a aldea. Aquel documento me dejo sin dormir varias noches enteras y no dejaba de preguntarme de dónde había salido. Se lo explicaba a mi familia y me miraban extrañados. Por entonces no entendían para que servía saber eso. Claro, ahora ya no piensan así, al menos no todos.

En aquellos días aún no sabia mucho de mis antepasados y deduje que mi bisabuelo Tomás andaba como yo, recomponiendo la información genealógica familiar. El era un tío organizado, como lo fue y aún es mi tío Melchor Zarate Cólogan y como también lo soy yo en este tiempo.

Sin más miramientos mi tatarabuelo solicitó allá por 1870 la información familiar a la entonces Heráldic Genealogical Office de Irlanda y desde Dublín le hicieron aquel bello árbol genealógico que incorporaba el escudo de armas familiar y lo firmaba un tal Willian Betham, el jefe de la oficina.

El árbol retrocedía aquellas 18 generaciones y calculando hacia qué época alcanzaba estimé que debía iniciarse entre el 1200 o 1300. Intrigado y obnubilado pude leer en él algunos nombres como Carolus (mi padre siempre me había dicho que era el primer Carlos en la familia, pero por lo visto no era así), varios Dennis, John y Thomas McColgan o O'Colgan.

¿Pero quiénes eran?, ¿cómo podía saber más de mis antepasados? Lo mejor, me dije, será comenzar por el principio del árbol. El primer matrimonio se llamaba Johannes MacColgan y Winifreda (hija de O'Moore) que vivían en un lugar llamado Kilcolgan. !Cómo!

Corriendo me fui a internet y localice la aldea de Kilcolgan al Oeste de Irlanda, en Galway. Pero, ¿porque tenía un nombre idéntico a mi apellido?, !que ansiedad!

Tras un par de horas lo entendí. El prefijo "kil" en gaélico significa "la iglesia de", entonces, ¿la iglesia de los Colgan?, interesante y prometedor. Luego estaba lo de O' y Mc que significa del clan de los Colgan, en mi caso.

Bien, entonces partimos de allí, de aquel pueblo o aldea, con un río del mismo nombre, con una viejísima iglesia con tumbas dentro y fuera. En mi mente ya veía druidas y celtas alrededor de una hoguera. Mi mente se disparataba, tenía que averiguar más.

Lo que sí sabía a ciencia cierta es que mi bisabuelo nunca viajó a Irlanda, y medios económicos no le faltaban. Pero yo sin tantos medios económicos sí que puedo pues tengo a Ryanair....es broma claro.

No me costó mucho buscar en Dublín la oficina de heráldica y genealogía que actualmente depende de la Biblioteca Nacional (National Library of Ireland) de Irlanda. Tras varios correos conocí a Colette O'Flagerty, la Betham de mi época. La llame y le pregunté por aquel documento. Me dijo,
- Si, lo conozco y tu tatarabuelo pidió algo hace más de 150 años. Y la información de donde se sacó ese documento se guarda aquí.
- ¿Cómo dice?.
- Si, ¿quiere verla?
- Eh, si claro.
En mi cabeza, un rayo me fulminó. Me voy a Irlanda, pero ya, como Indiana Jones, !pitando!

Parte II


Llegaba el verano y me moría de ganas por ir a Irlanda. Junto a mi mujer María José, organizamos el viaje, mejor dicho, fue ella quien lo organizó, como siempre. Habían pasado más de 34 años de mi último viaje a Irlanda, cuando uno iba a lo típico vamos, a estudiar inglés en verano.

Llegamos a Dublín y nos dimos un paseo por las callejuelas junto al río Liffey. Al día siguiente, tal como había quedado telefónicamente, fuimos a ver a Colette en las oficinas de la National Irish Library. Simpática como es ella, ya me tenía preparado el asunto.

Me había esparcido sobre una mesa los antiguos libros donde se guardan las genealogías de las viejas familias irlandesas. En varias páginas aparecía la nuestra junto a centenares más. Nunca supe de dónde salían aquellos libros que ella manejaba con delicadeza. Yo grababa en mi retina sin perder un detalle, desde Kilcolgan hasta Dublín pasando por Wicklow, Tipperary, Kilkenny, Athlone y finalmente Dublín. Cada generación cambiaba de lugar buscando una vida mejor para finalmente establecerse en Dublín como comerciantes. Luego de ahí a Tenerife, pero esa es otra historia.

Colette me explicó que, efectivamente, estaban los registros de mi tatarabuelo pidiendo esa información hacia un porrón de años y del árbol que enviaron ellos guardaban otra copia. Ella estaba acostumbrada a recibir a muchos americanos descendientes de irlandeses pero en mi caso le sorprendía que hubiera sido capaz de escribir mi libro documentando la vida de todos mis antepasados. Me felicitó porque no había visto a otro descendiente de emigrantes que hubiera hecho algo similar. Por supuesto ya tenían allí una copia del mismo. Colette nos atendió bien, muy bien, casi como si fuéramos familia, algo muy irlandés pero yo quería más, mucho más.

Habíamos estimado 6 días para darle la vuelta a Irlanda y podría hablarles de la Calzada de los Gigantes, de los acantilados de Mohr, de Donnegal y el castillo de los O'Donnell pero yo solo quería ir a la ínfima aldea de Kilcolgan, era mi ilusión.

Tras cinco días de pueblo en pueblo ya estábamos en la costa Oeste a la altura de Galway y habíamos visto el "Spanish site" que recuerda a los españoles varados en esa costa tras la penosa expedición de la Armada Invencible. Sin duda, muy emocionante. En dirección sur, ya se anunciaba Kilcolgan. Curvas y más curvas, verde y más verde que se comía el asfalto, unas pocas casas muy desperdigadas y poco más. Eran las cinco de la tarde y el sol ya se ponía. Fuimos a la ribera el río Kilcogan, al estuario y mi imaginación me hizo viajar a siglos atrás.

Me imaginaba las viejas casas de piedra y paja, gentes trabando la tierra, caballos y mi familia. Soy un romántico, lo sé. No esperaba castillos, ni cosas por el estilo, solo esa paz que te da Irlanda y la magia que rezuma. Hipnotizado por el paisaje y mis elucubraciones se nos hizo de noche y decidimos que había un buscar un Bed & Breakfast. Eso, o a dormir al coche porque el siguiente pueblo quedaba muy lejos y yo no me quería ir de Kilcolgan.

Tras una hora y media y ya de noche cerrada y algo preocupados vimos un lucero con el B&B. !Por fin!. Aparcamos y tocamos a la puerta de la casa. Sin lujos pero suficiente de ella salió una viejita y encantadora señora.

Por mi careto blanco pálido de irlandés, me soltó la parrafada de rigor dando por hecho mi carácter de autóctono. Cuando le conteste, en inglés, se extrañó por el acento y preguntó.

- Pero, ¿usted no es irlandés?
- No, soy español
- ¿Seguro?
- Pues sí.
- ¿Y qué hace aquí? - lo decía porque esa zona no era visita frecuente para turistas.
- Pues sería largo de contar.

Ella se dio la vuelta y le hizo una señal a su marido que estaba reponchingado en el sillón. El amable, se incorporó y vino al hall de entrada a saludarnos. Luego me dijo. 
- Pues nosotros estuvimos una vez en España, solo que hace muchísimos años
-!Ah, sí!, ¿en dónde?
- En Tenerife, en el 63, de luna de miel.

Me cogió por sorpresa, no me lo podía creer.

- ¿En qué parte?
- En el Puerto de la Cruz, - me dijo-, aquello era maravilloso pero un poco seco.

Yo pensé, pues menos mal que no fue al sur... María José me miró asombrada. Mi cara se delató y me quedé sin reaccionar por unas décimas.

- Señora, yo soy del Puerto de la Cruz...
- ¿Cómo?, ¿qué me dice?, pero usted..., entonces ¿qué hace aquí en Kilcolgan?

Mis neuronas estaban hirviendo y solo quería decirlo. Aquel pueblo casi no figuraba en los mapas y ella no podía entender qué narices hacia un español de las islas allí.
- Es que yo soy de aquí, mi nombre es Carlos Cologan y mis antepasados eran de aquí.

Ahora eran ellos dos los que se habían quedado mudos. Mi mujer me acarició, sabía que aquello era un momento mágico de mi vida que ambos íbamos a recordar para siempre.

El matrimonio nos hizo pasar a la cocina y seguimos hablando, como ellos nos taladraban a preguntas yo recupere mi "Iibrito" de 700 páginas repleto de retratos de antepasados irlandeses y se los mostré. Estaban fascinados con lo que les contaba aquel canario y lo agradecieron mucho. A las 11 de la noche él ya entendía a que habíamos venido y decidió obsequiarnos con algo más.

- Sus antepasados eran de esta aldea, pero aquí no hay museos ni viejas librerías. Tal vez en Galway las haya pero lo que sí hay aquí es una iglesia muy vieja, sin techos que se corresponde al tiempo de sus antepasados.
- ¿Se puede ver? - le pregunte ansioso.
- Si claro, está a 300 metros, pero vamos en coche que es más seguro y hace frío.

Era noche cerrada en el verano de Irlanda y solo se oían a las aves nocturnas. La iglesia era medieval, la techumbre debió ser de paja y había desaparecido. El entorno estaba sembrado de lápidas, tanto dentro como fuera de las cuatro paredes. Caminamos entre tumbas con el vello erizado, el ambiente era fantasmal, las grises lápidas estaban irreconocibles, más allá de 1700 era imposible leer nada en la piedra, imagínate cómo serían las de 1200 a 1300. Si recuerdas las películas de terror de Drácula ese lugar era perfecto. Pero yo esa noche no tenía temor alguno. 
- ¿Hay más iglesias como ésta por aquí?
- No, tan antiguas no - me dijo el irlandés-. Y si ellos están enterrados en algún sitio solo puede ser aquí. Me aflojé, lo reconozco y solté una lágrima. Ahora sí que había llegado a Kilcolgan, a la iglesia de los Colgan. Más de 700 años de historia me separaban de aquel lugar. Soy español pero algo dentro me conectaba con aquel sitio. Estaba en paz y mi mujer sonreía cómplice de esta búsqueda y seguro que mi tatarabuelo Tomás me lo estaba agradeciendo desde algún sitio, gracias a él lo había conseguido y sé que lo habría disfrutado.

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