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Benjamin Franklin, infecciones más allá de la muerte

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Grabado de cueva con restos de momias guanches. Tenerife.

Félix Vicq d’Azyr, [Valognes, Normandía 1748 - París 1794] fue destacado médico y anatomísta francés. Abandonó los estudios religiosos para estudiar medicina en París en 1765. En la obra Encyclopédie méthodique propuso estudiar la anatomía de los órganos de los animales y de los humanos y en 1774 fue admitido en la academia de las ciencias así como secretario de la Société Royale de Médecine (1776). Con su firma certificó que Franklin se convirtiera en miembro de la sociedad. Comenzó, pero nunca terminó, su Traité d’anatomie et de physiologie, en el cual planteó una descripción de los órganos humanos. publicó varios estudios de anatomía por los cuales fue elegido para la Académie française (1788). En 1789 se convirtió en el médico de la reina María Antonieta y consultor del rey.

Tras esta breve semblanza surge esta enigmática carta que le dirige Benjamin Franklin desde París, el 20 de julio de 1781.

Señor, 

Recibí la carta que me hizo el honor de escribirme, acompañado de un número de las piezas que se distribuyeron en la última reunión pública de la Real Sociedad de Medicina. Tomaré cuidado de transmitirlas a diferentes partes de América, según se desee. Sé del placer de presentar mi agradecimiento a la Sociedad por la copia que me envió del curioso y útil informe relativo a las sepulturas en la isla de Malta. Me alegraría disponer de otra copia si se pudiera, deseoso de enviar cada una a las sociedades filosóficas en América.


Félix Vicq d'Azyr 

Con respecto al tiempo durante el cual el poder de la infección continúa en los cuerpos muertos y que se considera en ese informe, me gustaría mencionar a usted tres hechos, que aunque no todos de igual importancia. Sin embargo, me parece que puede estar bien como para preservar un Memorando de ellos, pues tales observaciones pueden ser hechas cuando la ocasión lo ofrece, como son adecuadas para confirmar o invalidar ellos. 

Mientras viví en Inglaterra, leí en un periódico de una villa rural, que en el funeral de una mujer cuyo marido había muerto de la viruela 30 años antes, y cuya tumba fue excavada a fin de ponerla a su lado, los vecinos que asistieron al funeral se afectaron con el olor que surgía de la tumba, ocasionado por una brecha observada en el viejo ataúd del marido, y veinticinco de ellos enfermaron a los pocos días de haber estado allí del moquillo, que nunca antes había sido observado en esa villa ni en su vecindad, ni siquiera en muchos años antes. 
La lección de anatomía del doctor Velpeau. Augustine Ferret-Perrin
Sobre los años 1763 o 1764, varios médicos de Londres, que habían estado presentes en la disección de una momia egipcia, poco después enfermaron de una fiebre maligna, consecuencia de la cual murieron. Hubo división de opiniones en esta ocasión. Creen algunos que la fiebre se debió a los efluvios ocasionada por la momia, en cuyo caso la enfermedad por la que murió debió haber sido embalsamada junto con el cuerpo. Otros, considerando la duración de tiempo, de al menos dos mil años desde su muerte y también que el embalsamamiento debería destruir el poder de la infección que ocasionó la enfermedad que esos hombres padecieron originalmente.



Sobre el año 1773, el capitán de un barco que había estado en la isla de Tenerife, trajo de allá el cuerpo disecado de uno de los antiguos habitantes de esa isla, que debía tener por lo menos trescientos años de edad y que, en ese tiempo, se mantuvo en óptimas condiciones de embalsamamiento y sin interrupciones. Dos miembros de la Royal Society, uno de ellos un eminente médico, fueron a ver el cuerpo y estuvieron metidos durante media hora en una pequeña habitación examinándolo minuciosamente. Al día siguiente ambos se vieron afectados con una fiebre particularmente violenta, y les sobrevinieron circunstancias poco comunes y que se prolongaron por mucho tiempo. Al contrastar con ellos los pormenores de su enfermedad, estuvimos de acuerdo en que, posiblemente, fueron algunos efluvios del cuerpo los que motivaron el trastorno en ambos. Tal vez ambos se equivocan. Pero todavía no sabemos con certeza cuánto tiempo pueden algunos órganos mantener su poder de infección. Lo que parece aconsejable en tales casos es ser cauteloso hasta se averigüe más sobre el asunto.



Me gustaría tener en mi poder para contribuir más esencialmente en la promoción de la buena labor de la Sociedad a la que usted tan admirablemente se dedica. Tal vez algunas pocas sugerencias útiles pueden ser extraídas del libro del señor Small. Este ha sido presentado a su juicio; y si usted no encuentra nada en él digno de ser comunicado a la Sociedad, y de que los extractos pueden ser útiles si se imprimen en las Memorias, que será un placer para mí, que soy, con gran estima y respeto.

Señor, Su más obediente y más humilde servidor.
Benjamin Franklin

Passy, París, 20 de julio de 1781


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